domingo, 12 de junio de 2011

Espíritu Santo, Espíritu de Dios, Espíritu de verdad o Paráclito describe una realidad espiritual suprema, de la cual se habla en muchos pasajes de la Biblia. En torno a la naturaleza del Espíritu Santo se sostienen las interpretaciones de carácter trinitario que consideran al Espíritu Santo como una persona divina, noción con la que se asume la divinidad del Espíritu Santo, manteniendo, sin embargo, la unicidad del principio divino con Dios Padre y con su hijo Jesús. De aquí surge que la Trinidad son tres personas distintas, pero un solo Dios verdadero. En lo referente a las cualidades del Espíritu Santo, es portador de dones sobrenaturales muy diversos que pueden transmitirse al hombre por su mediación.
El Espíritu Santo puede acercarse al alma y transmitirle ciertas disposiciones que la perfeccionan. Estos hábitos se conocen como los «dones del Espíritu Santo» y son siete: Temor de Dios, Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Piedad, Fortaleza, Ciencia.
La cercanía del Espíritu Santo induce en el alma una serie de hábitos beneficiosos que se conocen como el fruto del espíritu y que son los mencionados en la carta a los Gálatas 5:22. Los frutos son: Caridad, Gozo, Paz, Paciencia, Mansedumbre, Bondad, Benignidad, Perseverancia, Fe, Modestia, Templanza, Castidad.
Estos frutos son producto de la obra del Espíritu en el alma de los que creen y lo invocan.
El Bautismo de Jesús en el río Jordán da comienzo a su vida pública. Los cuatro evangelios dicen que, estando Juan el Bautista bautizando, se acercó a él Jesús para que le bautizase. Después de alguna vacilación, Juan accedió y, en el momento del bautismo, descendió sobre Jesús el Espíritu Santo en forma de paloma. Este pasaje proporciona el motivo iconográfico más utilizado para representar al Espíritu Santo (la paloma).
Después del bautismo, el Espíritu Santo inspira todas las palabras y acciones de Jesucristo. La relación entre Jesucristo y el Espíritu Santo se prolonga más allá de la vida de éste, pues el Espíritu Santo resucita a Cristo. Una vez resucitado, los evangelios narran que Cristo da su «Espíritu» a los apóstoles.
En el día de Pentecostés, y estando reunidos en un lugar, sucedió de repente que se produjo un ruido como del cielo parecido a un viento. Aparecieron entonces lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno de ellos, llenándose todos del Espíritu Santo. Comenzaron a hablar en lenguas extrañas. (Hechos 2, 1-4)
La entrega a los discípulos del «Espíritu de Dios» supone que, a partir de ese momento, el Espíritu Santo guiará sus palabras y sus actos de evangelización por el mundo.
Las numerosas recepciones del Espíritu que se narran en los hechos de los apóstoles son acompañadas en general de la administración del bautismo. Es frecuente que bautismo y Espíritu lleguen juntos aunque no necesariamente.
En la predicación realizada por Felipe en Samaria, éste sólo bautiza. Han de venir después Pedro y Juan para infundir el Espíritu (Hechos 8, 12-17). La conversión del centurión Cornelio sucederá justo al revés: primero se recibirá el Espíritu y luego se administrará el bautismo.
En los sacramentos de Bautismo y Confirmación, quien recibe dicho sacramento recibe con él, al Espíritu Santo.
Fuente: wikipedia.org
Editado por Antonio
Administrador del blog
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