viernes, 16 de septiembre de 2011

Hijos sin límites: un cuento para padres permisivos

Una mujer de 55 años visitaba a su hijo de 23 en la cárcel. El estaba ahí por homicidio culposo ya que había atropellado a un niño al entrar a alta velocidad en una calle en sentido contrario tratando de escapar de una patrulla que lo perseguía por haberse pasado un alto.
Entro al penal completamente destrozado de los huesos y en silla de ruedas ya que,  el padre de la criatura muerta se le fue a golpes,  y el policía - que ya estaba justo detrás - se hizo de la vista gorda y no lo detuvo hasta que casi lo mata...
El hijo le decía a la madre:  
- sabes mamá, yo no soy un asesino premeditado ni un maldito desalmado, solo que ya concluí que estoy aquí porque aprendí y me acostumbré a romper reglas y a no cumplirlas jamás sin ningún límite. 
- ay hijo!!! es que de chiquito te ponías taaaan difícil, cada vez que yo te daba una orden o una instrucción, me desafiabas y  hacías unos berrinches tales que yo no lo soportaba y te dejaba hacer y deshacer con tal de evitarme conflictos y de que estuvieras calladito y complacido para que tu papa no me dijera: calla a ese niño !!!.
Desde que tenías 3 o 4 años, cuando yo te decía: “cómete tus verduras para que crezcas sano y fuerte, me decías: yo no quiero ser sano ni fuerte, no me importa, ¡déjame en paz! Recoge tu cuarto: no voy a recoger nada, así estoy contento, y si quieres recógelo tú! No destruyas las cosas, cuídalas: no me importa yo quiero jugar así, y si no me compras cosas nuevas gritaré y lloraré hasta que me las compres. En esta casa se hace lo que yo digo: no mamá, no lo haré ¡ya no te quiero y si me hablas así, me voy a ir a otra casa!”
Y así siguió la lista interminable de instrucciones y respuestas a lo largo de la vida de este hijo rebelde y padres pasivos. Flojos y blandengues.
Hasta que el hijo interrumpió a la madre gritándole...
¡¡basta ya mamá!! solo dime ¿cómo fue que siendo un adulto le creíste y obedeciste  a un niño taaaan chiquito?
Hoy a mis 23 años estoy destrozado, infeliz y sin futuro, de nada sirvió que estudiara o que no hayamos sido pobres, le quité la vida a una criatura y de paso les arruiné el resto de la vida a ti y a mi padre! La vida en la cárcel es una miseria...

Pregunta:
Si tu hijo  estuviera a punto de caer en un precipicio y tú lo estuvieras sosteniendo de la mano: ¿¿¿lo apretarías con todas tus fuerzas o le detendrías la mano suavecito para que no le duela???
Lo mismo pasa con los valores, la disciplina y las reglas,  sé responsable y apriétalo fuerte y lo salvaras del precipicio de la vida en sociedad, porque nadie a quien él dañe con su indisciplina va a tener compasión de él.  Si tú, que le diste la vida y lo amas,  no soportas sus berrinches, ¿¿¿qué te hace pensar que los demás lo harán...???
Un grito a tiempo, unas nalgadas, un castigo bien impuesto, sin afán de maltratarlos o herirlos sino por "su bien",  tal vez deje una pequeña huella pero los hará sentir seguros y bien claros sobre la diferencia entre el bien y el mal. Y a la larga,  sabrán que si los cuidas y los educas bien es porque los amas y no porque te importa más tu comodidad y tu tiempo libre.
Evítales la infelicidad de la disciplina impuesta por la sociedad o la ley. Evita que dañen al prójimo, al mundo en el que viven o a sí mismos pensando que pueden hacer lo que quieran sin consecuencias.
Evítales pensar que son dueños del mundo ....
Editado por Antonio
Administrador del blog
CON JESÚS EN MI VIDA