martes, 28 de abril de 2015

Johan Bävman: El fotógrafo sueco que busca cambiar la visión de la paternidad

En Suecia, el postnatal tiene una duración de 480 días (18 meses), de los cuales 60 días por obligación debe tomarlos el padre. El resto, ambos progenitores pueden dividírselos como quieran. 
Aprovechando su tiempo en casa tras el nacimiento de su hijo, el fotógrafo independiente Johan Bävman comenzó a explorar el nuevo mundo que significa la paternidad. Bävman, quien vive en la ciudad sureña de Malmö, decidió capturar con su cámara a otros hombres que como él, se quedaban con sus niños en casa en algún momento.
El resultado de su trabajo es realmente impresionante, pues refleja cómo se vive la paternidad hoy en día, en un país donde la igualdad de género está cada vez más presente. “Todo comenzó cuando estaba en casa con mi propio hijo. Eso fue hace un año y medio. No pude encontrar literatura o algo dirigido a los padres. El sistema en Suecia y en otros países, es más dirigido a la mujer en la familia. Quería averiguar si podía ver modelos de roles de padre que se pudieran relacionar. Yo no quería conseguir papás estupendos. Quería tener papás que mostraran las dificultades de tener un niño”, comentó a la revista estadounidense Cosmopolitan. 
“Estar en el hogar, no siempre es fácil – es como un trabajo de tiempo completo, o incluso más”, añadió el artista, afirmando que esto es algo que las mujeres han hecho por siglos y a la mayoría no le parece admirable. Asimismo, indica que si en sus fotos aparecieran mujeres, probablemente a pocos le llamaría la atención, porque ese rol en ellas se da por garantizado. 
“Al principio pensé que era una cuestión económica (…) Pero mientras tomé estas fotos, me di cuenta de que era también un fallo estructural y un fracaso cultural”, agregó. 
Además, el fotógrafo señaló que pasar tiempo con los hijos es primordial para establecer una conexión con ellos, además permite comprender mejor a la pareja. 
“Tener un hijo es difícil – no duermes lo suficiente, puedes estar enojado, cansado y frustrado-. Ser capaz de estar en casa te ayuda a entender a tu pareja y tener una mejor relación”, planteó.

Con respecto al objetivo de su proyecto, dijo que quería abrir el debate y la discusión en torno al tema. “Recibí un correo electrónico diciendo que desde la Comisión Europea querían que yo fuera a hablar sobre el tema. Quiero que la gente hable de este trabajo y que todos sepan que todo el mundo es capaz de cuidar de los niños. Es algo que tienes en tus genes. Cuando tienes un hijo, una madre no es mejor que un padre para cuidar de los niños. No hay algo biológicamente predispuesto que diga que la madre es mejor. No lo es. Es algo que se aprende por ensayo y error”, concluye.
Fuente: Mejor Ahora
Editado por Antonio
Adminsitrador del blog
CON JESÚS EN MI VIDA

viernes, 20 de febrero de 2015

"Fortalezcan sus corazones" mensaje de la Cuaresma del Papa Francisco

La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos.
Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.
Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.
La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.
Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra.
Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.
El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.
1. La Iglesia: «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26)  
La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres.
Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen "parte" con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.
La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).
La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos.
Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.
2. Las parroquias y las comunidades: «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) –
Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31).
Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.
En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia.
La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897).
También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón.
Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.
Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.
Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.
3. La persona creyente «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8)  
También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?
En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.
En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.
Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.
Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31).
Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.
Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: "Fac cor nostrum secundum Cor tuum": "Haz nuestro corazón semejante al tuyo" (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.
Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.

 Fuente: aicaprensa.com
Editado por Antonio
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CON JESÚS EN MI VIDA

jueves, 29 de enero de 2015

EE UU: Marcha en defensa de la vida y por la revisión de leyes pro aborto

En el 42do aniversario del fallo de la Suprema Corte de Justicia de los EEUU que permitió la práctica del aborto, la semana pasada se realizó en ese país la "Marcha a favor de la vida", con la que cada año se conmemora a los niños "descartados" que, de acuerdo a las estadísticas, a la fecha suman más de 56 millones.
La Junta de la Marcha, encargada de la organización de esta manifestación multitudinaria realizada en Washington, expresó su satisfacción porque la convocatoria contó con la asistencia de personas de todas partes del país, y porque cada vez hay más gente joven pronunciándose a favor de la vida.
La oración previa al inicio de la marcha estuvo a cargo del arzobispo Joseph Kurtz, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, quien pidió a los presentes que no sólo sean alegres testigos del Evangelio de la vida, sino también que se muestren amorosos y con actitud de acogida hacia las personas que cruzan por circunstancias extremas.
Junto a los obispos católicos participaron también Patriarcas y Obispos de la Iglesia Ortodoxa Griega, Ortodoxa Antioqueña, Ortodoxa Americana y Ortodoxa Serbia, como también un gran número de legisladores y dirigente de diversas entidades, todos ellos integrantes de la denominada "generación provida", que están promoviendo una revisión de la legalización del aborto en todo el mundo.
Una de las consignas de este encuentro fue la de concientizar a todo el planeta que el aborto es un acto de violencia para el niño por nacer, pero también para la madre que se somete a esa práctica. Por su parte el lema elegido fue "Cada vida es un don", al considerarse que también es un regalo la vida de aquellos que tienen dificultades o padecen alguna discapacidad.
Precisamente junto a la marcha a favor de la vida fue recordado el 25to aniversario de la ley que protege contra la discriminación a los niños con capacidades diferentes. En este sentido se contó con la presencia de integrantes de KIDS, cuyas siglas en español significan, Protegiendo a los Niños con Síndrome de Down.
Con esta manifestación ha quedado demostrado, una vez más, que la responsabilidad en la defensa de la vida no sólo es de los políticos o dirigentes sectoriales, sino también de los ciudadanos o de las personas comunes, quienes son los que verdaderamente tienen que pronunciarse a favor de sus semejantes. En el 42do aniversario del fallo de la Suprema Corte de Justicia de los EEUU que permitió la práctica del aborto, la semana pasada se realizó en ese país la "Marcha a favor de la vida", con la que cada año se conmemora a los niños "descartados" que, de acuerdo a las estadísticas, a la fecha suman más de 56 millones.
La Junta de la Marcha, encargada de la organización de esta manifestación multitudinaria realizada en Washington, expresó su satisfacción porque la convocatoria contó con la asistencia de personas de todas partes del país, y porque cada vez hay más gente joven pronunciándose a favor de la vida.
La oración previa al inicio de la marcha estuvo a cargo del arzobispo Joseph Kurtz, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, quien pidió a los presentes que no sólo sean alegres testigos del Evangelio de la vida, sino también que se muestren amorosos y con actitud de acogida hacia las personas que cruzan por circunstancias extremas.
Junto a los obispos católicos participaron también Patriarcas y Obispos de la Iglesia Ortodoxa Griega, Ortodoxa Antioqueña, Ortodoxa Americana y Ortodoxa Serbia, como también un gran número de legisladores y dirigente de diversas entidades, todos ellos integrantes de la denominada "generación provida", que están promoviendo una revisión de la legalización del aborto en todo el mundo.
Una de las consignas de este encuentro fue la de concientizar a todo el planeta que el aborto es un acto de violencia para el niño por nacer, pero también para la madre que se somete a esa práctica. Por su parte el lema elegido fue "Cada vida es un don", al considerarse que también es un regalo la vida de aquellos que tienen dificultades o padecen alguna discapacidad.
Precisamente junto a la marcha a favor de la vida fue recordado el 25to aniversario de la ley que protege contra la discriminación a los niños con capacidades diferentes. En este sentido se contó con la presencia de integrantes de KIDS, cuyas siglas en español significan, Protegiendo a los Niños con Síndrome de Down.
Con esta manifestación ha quedado demostrado, una vez más, que la responsabilidad en la defensa de la vida no sólo es de los políticos o dirigentes sectoriales, sino también de los ciudadanos o de las personas comunes, quienes son los que verdaderamente tienen que pronunciarse a favor de sus semejantes.
Editado por Antonio
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