miércoles, 30 de diciembre de 2009

La celebración del año nuevo en distintas culturas y religiones

La fecha en que se realiza esta celebración depende del tipo de calendario utilizado, siendo la más común la del 1 de enero, fecha según el calendario gregoriano, que fue instaurado por el papa Gregorio XIII en 1582 y se utiliza en la mayoría de los países del mundo.
En los países regidos por el calendario gregoriano, la celebración de Año Nuevo se festeja el 1 de enero, fecha que es considerada festiva en la mayoría de éstos.
Año nuevo occidental
Tradicionalmente, el calendario romano comenzaba el primer día del mes de marzo. Sin embargo, era en el mes de enero (el undécimo mes) cuando los cónsules de la Antigua Roma asumían el gobierno. Julio César, en el año 47 a. C., modificó el sistema, creando el calendario juliano, que con algunas modificaciones realizadas en tiempos del cónsul Marco Antonio en 44 a. C., el emperador Augusto César en 8 a. C. y finalmente por el papa Gregorio XIII en 1582, se utiliza hasta hoy. En éste el año comienza el día 1 de enero. Posteriormente, el calendario gregoriano mantuvo la costumbre y la celebración se caracterizó con un significado religioso durante la Edad Media y los siglos posteriores.
Con la expansión de la cultura occidental al resto del mundo durante el siglo XX, el 1 de enero se convirtió en una fecha de carácter universal, incluso en países con sus propias celebraciones de Año Nuevo (por ejemplo, China).
En la actualidad, la celebración de Año Nuevo es una de las principales en el mundo. Grandes festejos se realizan en las principales ciudades del mundo durante la Nochevieja (víspera del Año Nuevo correspondiente al 31 de diciembre). Algunos de ellos se centran en Sídney, Valparaíso, Hong Kong, Londres, Nueva York y Río de Janeiro.

Mientras en Sídney se lanzan a medianoche más de 80.000 fuegos de artificio ante más de un millón y medio de asistentes, siendo la fiesta más vista en televisión a nivel mundial el último año, en Valparaíso reciben a más de dos millones de visitantes para presenciar la pirotecnia más extensa en escenario natural a lo largo de 21 kilómetros de fuegos de artificio sobre toda la bahía, desde el Puerto Comercial de Valparaíso hasta la ciudad de Concón durante 25 minutos. En Nueva York la celebración se concentra en torno a una gran bola de cristal que desciende sobre una multitud en Times Square, siendo además la fiesta con mayor número de asistentes en último año: más de tres millones de personas. Además, gran parte de las discotecas realizan fiestas para celebrar la llegada del nuevo año.
En la cultura de Hispanoamérica existe una gran variedad de tradiciones y supersticiones para estas fechas, como forma de augurios para el año entrante. El descorchar una botella de champaña a las 0 horas del 1 de enero aún se mantiene como todo un símbolo de celebración del Año Nuevo.
La fiesta de Año Nuevo está íntimamente relacionada con la celebración de Nochebuena, Navidad y Hannukah. Debido a la cercanía entre todas estas fiestas es que en gran parte del mundo se considera a la última semana del año como inicio del período de vacaciones, ya sea de invierno (en el Hemisferio Norte) o de verano (en el Hemisferio Sur).
Según la tradición judeo-cristiana, el 1 de enero coincide con la circuncisión de Cristo (al octavo día de su nacimiento), cuando recibe el nombre de Jesús (según el Evangelio de Lucas 2.21).
Año Nuevo Chino
Está basado en el calendario lunar utilizado tradicionalmente en China. Según este calendario, la celebración de un nuevo año cae en general, a la segunda luna nueva después del solsticio de invierno boreal (21 de diciembre). Debido a su carácter lunar, el Año Nuevo Chino no puede ser convertido a una fecha exacta del calendario gregoriano y en realidad, puede ocurrir entre el 21 de enero o el 21 de febrero.
Otros Años Nuevos
Algunos miembros de la Iglesia ortodoxa, como mantienen el calendario juliano celebran el Año Nuevo el 14 de enero.
El Año Nuevo Vietnamita, Tết, se celebra junto al Año Nuevo Chino.
El Año nuevo musulmán se celebra el 1 de muharram, aproximadamente fines de enero e inicios de febrero.
Losar, celebración del Año Nuevo tibetano, celebrado entre enero y marzo.
Nouruz, celebración del Año Nuevo Iraní, celebrado para el equinoccio primaveral (21 de marzo, aproximadamente).
Naw-Rúz, celebración de la Fe bahá'í, celebrado en el equinoccio primaveral (21 de marzo).
Ugadi, celebración del Año Nuevo Telugu, entre marzo y abril.
En Tailandia, Camboya, Birmania y Bengala, se celebra entre el 13 y 15 de abril.
We Tripantu, celebración del Año Nuevo Mapuche, el 24 de junio.
Cápac Raymi, celebración del Año Nuevo Inca, el 22 de diciembre.
El Año Nuevo Aymara, es celebrado cada 21 de junio como la época del solsticio con la llegada del invierno.
Rosh Hashanah, celebración del Año Nuevo Judío, celebrado generalmente en septiembre.
Enkutatash, celebración del Año Nuevo Etíope, el 11 de septiembre.
1 de Vendimiario, celebración de Año Nuevo de acuerdo al calendario republicano francés, equivalente al 22 de septiembre.
Samhain, celebración de Año Nuevo del Neopaganismo Celta, cerca del 1 de noviembre.
El Año Nuevo Hindú es celebrado dos días antes del festival de Diwali, a mediados de noviembre.
Beñesmer, entre los aborígenes guanches de Tenerife, España, se celebra con la recogida de las cosechas aproximadamente el 15 de agosto.
Fuente: wikipedia.org
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martes, 29 de diciembre de 2009

Poesía navideña: La Visitadora

Era en Belén y era Nochebuena la noche.
Apenas si puerta crujiera cuando entrara.
Era una mujer seca, harapienta y oscura
Con la frente de arrugas y la espalda curvada.
Venia sucia de barro, de polvo de caminos.
La iluminó la luna no tenía sombra.
Tembló María al verla; la mula no, ni el buey
rumiando paja y heno igual que si tal cosa.
Tenía los cabellos largos, color ceniza,
color de mucho tiempo, color de viejo antiguo;
en sus ojos se abría la primera mirada
y cada paso era tan lento como un siglo.
Temió María al ver acercarse a la cuna.
En sus manos de tierra, ¡oh Dios! ¿que llevaría?...
Se dobló sobre el Niño, lloró infinitamente
Y le ofreció la cosa que llevaba escondida.
La Virgen asombrada, la vio al fin levantarse.
¡Era una mujer bella, esbelta y luminosa!
El Niño la miraba. También la mula. El buey
mirábala y rumiaba que si tal cosa.
Era en Belén y era Nochebuena la noche.
Apenas si crujió la puerta cuando se iba.
María al conocerla, grito y la llamo: “¡Madre!”
Eva miro a la Virgen y la llamo: “¡Bendita!”
¡Qué clamor que alborozo por la piedra y la estrella!
Afuera aun era pura, dura la nieve y fría.
Dentro, al fin, Dios sonreía teniendo
entre sus dedos niños la manzana mordida.
Antonio Murciano
El quiere a su Iglesia limpia “arreglada como una novia vestida para su prometido… he aquí que yo hago nuevas todas las cosas (Apoc. 21,2c. 5)”.
Desde Cuba, ¡Feliz Navidad!
P. José Rosales (P. Coyo)
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lunes, 28 de diciembre de 2009

El Papa reconoce la importancia de los Movimientos para la Iglesia

Benedicto XVI alabó al cardenal Josef Cordes por haber acogido la inspiración de los nuevos movimientos en la Iglesia, y destacó la contribución positiva que éstos le aportaron. Lo hizo en una carta al presidente del Consejo Pontificio “Cor Unum” con motivo de su 75 cumpleaños.
“Ya no recuerdo cómo nos conocimos”, afirmó el pontífice, recordando una larga historia de amistad con el cardenal, que incluye su pertenencia compartida a la conferencia de obispos de Alemania antes de que ambos fueran llamados a servir a la Curia romana. “Con valentía y creatividad al inicio de tu trabajo en Roma, abriste nuevos caminos para llevar a los jóvenes a Cristo”, destacó el Santo Padre.
“También ofreciste una contribución a la génesis y al crecimiento de las Jornadas Mundiales de la Juventud”, continuó Benedicto XVI, y destacó la “participación pastoral” del prelado y el “compromiso con los movimientos” en su función en el Consejo Pontificio para los Laicos. “El movimiento carismático, Comunión y Liberación y el Camino Neocatecumenal tienen muchas razonas para estarte agradecidos”, indicó el Papa. “Mientras al principio los organizadores y coordinadores de la Iglesia tenían muchas reservas respecto a los movimientos, tu percibiste inmediatamente la vida que brotaba de ellos, el poder del Espíritu Santo que da nuevos caminos y de maneras imprevistas mantiene joven a la Iglesia”.
El Papa destacó además que “reconociste el carácter pentecostal de estos movimientos y trabajaste apasionadamente hasta que fueron bienvenidos por los pastores de la Iglesia. Realmente, con el debido respeto a la organización y la planificación, a menudo hubo razones para escandalizarse porque traían nuevos y escandalosos elementos que no siempre podían integrarse fácilmente en las estructuras organizativas existentes”.
El pontífice reconoció, además, la habilidad del cardenal para ver que lo “orgánico es más importante que la organización”. Afirmó que el prelado vio que “ahí había hombres que estaban profundamente tocados por el Espíritu de Dios y que de esa manera crecían nuevas formas de auténtica vida cristiana y auténticas maneras de ser Iglesia. Por supuesto, estos movimientos necesitaban ser ordenados y llevados al interior del todo; necesitaban aprender a reconocer sus límites y a formar parte de la realidad comunitaria de la Iglesia en su propia constitución junto al Papa y a los obispos. Necesitaban una guía y purificación para ser capaces de alcanzar la forma de su verdadera madurez”, señala.
“Sin embargo, son regalos que hay que agradecer”, añadió Benedicto XVI, y concluyó: “No sería posible pensar en la vida de la Iglesia de nuestro tiempo sin incluir en ella esos regalos de Dios, que son los Movimientos eclesiales”.
Fuente: Zenit.org
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miércoles, 23 de diciembre de 2009

Navidad: Un cuento para compartir y reflexionar

Tuve un sueño José, y realmente no lo puedo comprender, pero creo que se trataba del nacimiento de nuestro hijo.
La gente estaba haciendo los preparativos con seis semanas de anticipación, decorabana las casas, compraban ropa nueva, salían de compras, muchas veces y adquirían elaborados regalos.
Era un tanto extraño, ya que los regalos no eran para nuestro Hijo, los enviaban en vistosos papeles y los ataban con preciosos moños, y todo lo colocaban debajo de un.... sí, un árbol, José, dentro de sus casas, esta gente había decorado el árbol y las ramas llenas de adornos brillantes y había una figura en lo alto del árbol... me pareció que era un ángel..., era realmente hermosos...
Luego vi una mesa espléndidamente servida, con platillos deliciosos y muchos vinos..., todo se veía exquisito y todos estaban contentos..., pero, no estábamos intivados... Toda la gente se veía feliz, sonriente y emocionada por los regalos que se intercambiaban unos con otros, pero... ¿sabes, José?... no quedaba ningún regalo para nuestro Hijo..., me daba la impresión de que nadie lo conocía, porque nunca mencionaron su nombre...
No te parece extraño que la gente trabaje y gaste tanto en los preparativos, para celebrar el cumpleaños de alguien a quien ni siquiera mencionan y queda la impresión de que no lo conocen...
Tuve la sensación de que si nuestro Hijo hubiera entrado a esos hogares para la celebración hubiera sido solamente un intruso.
Todo se veía tan hermosos y la gente se veía tan feliz, pero yo sentía enormes deseos de llorar, porque nuestro Hijo era un ignorado por casi toda la gente que celebraba.
Que tristeza para Él, no ser deseado ni invitado en su propia fiesta de cumpleaños.
Estoy contenta porqeu sólo fue un sueño..., pero qué terrible sería que esto se convirtiera en realidad...
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martes, 22 de diciembre de 2009

Mensaje de Benedicto XVI para la Navidad

"Queridos hermanos y hermanas, renuevo el alegre anuncio de la Natividad de Cristo con las palabras del apóstol San Pablo: Sí, "hoy ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los  hombres". Ha aparecido. Esto es lo que la Iglesia celebra. La gracia de Dios, rica de bondad y de ternura, ya no está escondida, sino que ha  aparecido, se ha manifestado en la carne, ha mostrado su rostro.
¿Dónde? En Belén. ¿Cuándo? Bajo César Augusto durante el primer censo,  al que se refiere también el evangelista San Lucas. Y ¿quién la revela? Un recién nacido, el Hijo de la Virgen María. En Él ha aparecido la gracia de Dios, nuestro Salvador. Por eso ese Niño se llama Jehoshua, Jesús, que significa «Dios salva». La gracia de Dios ha aparecido. Por eso la Navidad es fiesta de luz. No una luz total, como la que inunda todo en pleno día, sino una claridad que se hace en la noche y se difunde desde un punto preciso del universo: desde la gruta de Belén, donde el Niño divino ha «venido a la luz». En realidad, es Él la luz misma que se propaga, como representan bien tantos cuadros de la Natividad. Él es la luz que, apareciendo, disipa la bruma, desplaza las tinieblas y nos permite entender el sentido y el valor de nuestra existencia y de la historia.
La gracia de Dio ha aparecido a todos los hombres. Sí, Jesús, el rostro de Dios que salva, no se ha manifestado sólo para unos pocos, para algunos, sino para todos. Es cierto que pocas personas lo han encontrado en la humilde y destartalada mora de Belén, pero Él ha venido para todos: judíos y paganos, ricos y pobres, cercanos y lejanos, creyentes y no creyentes..., todos. La gracia sobrenatural, por voluntad de Dios, está destinada a toda criatura. Pero hace falta que el ser humano la acoja, que diga su sí como María, para que el corazón sea iluminado por un rayo de esa luz divina. Aquella noche eran María y José los que esperaban al Verbo encarnado para acogerlo con amor, y los pastores, que velaban junto a los rebaños (cf. Lc 2,1-20). Una pequeña comunidad, pues, que acudió a adorar al Niño Jesús; una pequeña comunidad que representa a la Iglesia y a todos los hombres de buena voluntad. También hoy, quienes en su vida lo esperan y lo buscan, encuentran al Dios que se ha hecho nuestro hermano por amor; todos los que en su corazón tienden hacia Dios desean conocer su rostro y contribuir a la llegada de su Reino. Jesús mismo lo dice en su predicación: estos son los pobres de espíritu, los afligidos, los humildes, los hambrientos de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por la causa de la justicia (cf. Mt 5,3-10). Estos son los que reconocen en Jesús el rostro de Dios y se ponen en camino, como los pastores de Belén, renovados en su corazón por la alegría de su amor.
Hermanos y hermanas que me escucháis, el anuncio de esperanza que constituye el corazón del mensaje de la Navidad está destinado a todos los hombres. Jesús ha nacido para todos y, como María lo ofreció en Belén a los pastores, en este día la Iglesia lo presenta a toda la humanidad, para que en cada persona y situación se sienta el poder de la gracia salvadora de Dios, la única que puede transformar el mal en bien, y cambiar el corazón del hombre y hacerlo un oasis de paz. Que sientan el poder de la gracia salvadora de Dios tantas poblaciones que todavía viven en tinieblas y en sombras de muerte (cf. Lc 1,79). Que la luz divina de Belén se difunda en Tierra Santa, donde el horizonte parece volverse a oscurecer para israelíes y palestinos; se propague en Líbano, en Irak y en todo el Medio Oriente. Que haga fructificar los esfuerzos de quienes no se resignan a la lógica perversa del enfrentamiento y la violencia, y prefieren en cambio el camino del diálogo y la negociación para resolver las tensiones internas de cada país y encontrar soluciones justas y duraderas a los conflictos que afectan a la región. A esta Luz que transforma y renueva anhelan los habitantes de Zimbawe, en África, atrapado durante demasiado tiempo por la tenaza de una crisis política y social, que desgraciadamente sigue agravándose, así como los hombres y mujeres del Congo, especialmente en la atormentada región de Kivu, de Darfur, en Sudán, y de Somalia, cuyas interminables tribulaciones son una trágica consecuencia de la falta de estabilidad y de paz. Esta Luz la esperan sobre todo los niños de estos y de todos los países en dificultad, para que se devuelva la esperanza a su porvenir.
Si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo se encamina a la ruina. Queridos hermanos y hermanas, hoy ha aparecido la gracia de Dios, el Salvador (cf. Tt 2,11) en este mundo nuestro, con sus capacidades y sus debilidades, sus progresos y sus crisis, con sus esperanzas y sus angustias. Hoy resplandece la luz de Jesucristo, Hijo del Altísimo e hijo de la Virgen María, «Dios de Dios, Luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero... que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo». Lo adoramos hoy en todos los rincones de la tierra, envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Lo adoramos en silencio mientras Él, todavía niño, parece decirnos para nuestro consuelo: "No temáis, no hay otro Dios fuera de mí. (Is 45,22). Venid a mí, hombres y mujeres, pueblos y naciones; venid a mí, no temáis. He venido al undo para traeros el amor del Padre, para mostraros la vía de la paz".
Vayamos, pues, hermanos. Apresurémonos como los pastores en la noche de Belén. Dios ha venido a nuestro encuentro y nos ha mostrado su rostro, rico de gracia y de misericordia. Que su venida no sea en vano. Busquemos a Jesús, dejémonos atraer por su luz que disipa la tristeza y el miedo del corazón del hombre; acerquémonos con confianza; postrémonos con humildad para adorarlo.
Feliz Navidad a todos.
SS Benedicto XVI
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lunes, 21 de diciembre de 2009

El designio sobre el matrimonio y la familia de Dios

Extracto de la Exhortación apostólica de Juan Pablo II Familiares Consortio (III parte)
La más amplia comunión de la familia
La comunión conyugal constituye el fundamento sobre el cual se va edificando la más amplia comunión de la familia, de los padres y de los hijos, de los hermanos y de las hermanas entre sí, de los parientes y demás familiares.
Esta comunión radica en los vínculos naturales de la carne y de la sangre y se desarrolla encontrando su perfeccionamiento propiamente humano en el instaurarse y madurar de vínculos todavía más profundos y ricos del espíritu: el amor que anima las relaciones interpersonales de los diversos miembros de la familia, constituye la fuerza interior que plasma y vivifica la comunión y la comunidad familiar.
La familia cristiana está llamada además a hacer la experiencia de una nueva y original comunión, que confirma y perfecciona la natural y humana. En realidad la gracia de Cristo, el Primogénito entre los hermanos, es por su naturaleza y dinamismo interior una «gracia fraterna como la llama santo Tomás de Aquino. El Espíritu Santo, infundido en la celebración de los sacramentos, es la raíz viva y el alimento inagotable de la comunión sobrenatural que vincula a los creyentes con Cristo y entre sí en la unidad de la Iglesia de Dios. Una revelación y actuación específica de la comunión eclesial está constituida por la familia cristiana que también por esto puede y debe decirse «Iglesia doméstica».
Todos los miembros de la familia, cada uno según su propio don, tienen la gracia y la responsabilidad de construir, día a día, la comunión de las personas, haciendo de la familia una escuela de humanidad más completa y más rica: es lo que sucede con el cuidado y el amor hacia los pequeños, los enfermos y los ancianos; con el servicio recíproco de todos los días, compartiendo los bienes, alegrías y sufrimientos.
Un momento fundamental para construir tal comunión está constituido por el intercambio educativo entre padres e hijos, en que cada uno da y recibe. Mediante el amor, el respeto, la obediencia a los padres, los hijos aportan su específica e insustituible contribución a la edificación de una familia auténticamente humana y cristiana. En esto se verán facilitados si los padres ejercen su autoridad irrenunciable como un verdadero y propio «ministerio», esto es, como un servicio ordenado al bien humano y cristiano de los hijos, y ordenado en particular a hacerles adquirir una libertad verdaderamente responsable, y también si los padres mantienen viva la conciencia del don que continuamente reciben de los hijos.
La comunión familiar puede ser conservada y perfeccionada sólo con un gran espíritu de sacrificio. Exige, en efecto, una pronta y generosa disponibilidad de todos y cada uno a la comprensión, a la tolerancia, al perdón, a la reconciliación. Ninguna familia ignora que el egoísmo, el desacuerdo, las tensiones, los conflictos atacan con violencia y a veces hieren mortalmente la propia comunión: de aquí las múltiples y variadas formas de división en la vida familiar. Pero al mismo tiempo, cada familia está llamada por el Dios de la paz a hacer la experiencia gozosa y renovadora de la «reconciliación», esto es, de la comunión reconstruida, de la unidad nuevamente encontrada. En particular la participación en el sacramento de la reconciliación y en el banquete del único Cuerpo de Cristo ofrece a la familia cristiana la gracia y la responsabilidad de superar toda división y caminar hacia la plena verdad de la comunión querida por Dios, respondiendo así al vivísimo deseo del Señor: que todos sean una sola cosa.
La familia, comunión de personas
En el matrimonio y en la familia se constituye un conjunto de relaciones interpersonales —relación conyugal, paternidad-maternidad, filiación, fraternidad— mediante las cuales toda persona humana queda introducida en la familia humana y en la familia de Dios, que es la Iglesia.
El matrimonio y la familia cristiana edifican la Iglesia; en efecto, dentro de la familia la persona humana no sólo es engendrada y progresivamente introducida, mediante la educación, en la comunidad humana, sino que mediante la regeneración por el bautismo y la educación en la fe, es introducida también en la familia de Dios, que es la Iglesia.
La familia humana, disgregada por el pecado, queda reconstituida en su unidad por la fuerza redentora de la muerte y resurrección de Cristo. El matrimonio cristiano, partícipe de la eficacia salvífica de este acontecimiento, constituye el lugar natural dentro del cual se lleva a cabo la inserción de la persona humana en la gran familia de la Iglesia.
El mandato de crecer y multiplicarse, dado al principio al hombre y a la mujer, alcanza de este modo su verdad y realización plenas.
La Iglesia encuentra así en la familia, nacida del sacramento, su cuna y el lugar donde puede actuar la propia inserción en las generaciones humanas, y éstas, a su vez, en la Iglesia.
Los hijos, don preciosísimo del matrimonio
Según el designio de Dios, el matrimonio es el fundamento de la comunidad más amplia de la familia, ya que la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y educación de la prole, en la que encuentran su coronación.
En su realidad más profunda, el amor es esencialmente don y el amor conyugal, a la vez que conduce a los esposos al recíproco conocimiento que les hace una sola carne, no se agota dentro de la pareja, ya que los hace capaces de la máxima donación posible, por la cual se convierten en cooperadores de Dios en el don de la vida a una nueva persona humana. De este modo los cónyuges, a la vez que se dan entre sí, dan más allá de sí mismos la realidad del hijo, reflejo viviente de su amor, signo permanente de la unidad conyugal y síntesis viva e inseparable del padre y de la madre.
Al hacerse padres, los esposos reciben de Dios el don de una nueva responsabilidad. Su amor paterno está llamado a ser para los hijos el signo visible del mismo amor de Dios, del que proviene toda paternidad en el cielo y en la tierra.
Sin embargo, no se debe olvidar que incluso cuando la procreación no es posible, no por esto pierde su valor la vida conyugal. La esterilidad física, en efecto, puede dar ocasión a los esposos para otros servicios importantes a la vida de la persona humana, como por ejemplo la adopción, las diversas formas de obras educativas, la ayuda a otras familias, a los niños pobres o minusválidos.
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viernes, 18 de diciembre de 2009

Oración de la esperanza

Señor, una vez más estoy delante de tu Misterio. Estoy constantemente envuelto en tu Presencia que tantas veces se torna en ausencia. Busco tu Presencia en la ausencia de tu Presencia.
Echando una mirada al inmenso mundo de la tierra de los hombres, tengo la impresión de que muchos ya no esperan en Ti. Yo mismo hago mis planes, trazo mis metas y pongo las piedras de un edificio del cual el único arquitecto parezco ser yo mismo. Hoy día, los hombres somos, muchas veces, unas criaturas que nos constituimos en esperanza de nosotros mismos.
Dame, Señor, la convicción más profunda de que estaré destruyendo mi futuro siempre que la esperanza en Ti no estuviere presente. Haz que comprenda profundamente que, a pesar del caos de cosas que me rodea, a pesar de las noches que atravieso, a pesar del cansancio de mis días, mi futuro está en tus manos y que la tierra que me muestras en el horizonte de mi mañana será más bella y mejor.
Deposito en tu Misterio mis pasos y mis días porque sé que tu Hijo, y mi Hermano venció la desesperanza y garantizó un futuro nuevo porque pasó de la muerte a la vida. Así sea.
Padre Ignacio Larrañaga
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jueves, 17 de diciembre de 2009

Emilio Calatayud: un Juez de menores ejemplar

Emilio Calatayud Pérez es un prestigioso Juez de Menores de Granada, España, famoso por las sentencias curiosas, ejemplares y basadas en la educación más que en el mero castigo. Ejemplos de ellas pueden ser sentenciar a: 100 horas de clases de informática a estudiantes a un joven que había crackeado varias empresas provocando daños por 2000 euros, 100 horas de servicio a la comunidad patrullando junto a un policía local por haber conducido temerariamente y sin permiso, 50 horas dibujando un cómic de 15 páginas en el que el sentenciado cuenta la causa por la que lo condenaban, visitar la planta de traumatología de Granada por conducir un ciclomotor sin seguro, visitar durante un día entero a parapléjicos, hablar con ellos y sus familias para elaborar más tarde una redacción, trabajar con los bomberos por haber quemado papeleras.
Este es su famoso "decálogo para formar un hijo delincuente"
1. Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.
2. No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.
3. Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas.
4. No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.
5 . Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.
6. Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura.
7. Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia conducta, quede destrozada para siempre.
8. Dele todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar.
9. Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.
10. Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarlo.
Sus sentencias educativas han bajado la delincuencia en Granada y han aumentado el número de menores que no reinciden en el delito. En casi 20 años, el “padrazo” ha juzgado a más de 10.000 jóvenes a los que, siempre que puede, da esa segunda oportunidad que todos alguna vez hemos necesitado. Según el propio Emilio: "Mi mayor satisfacción es que ahora estén aquí, sentados a mi lado, rehabilitados, contentos con sus nuevas vidas. ¿Cuándo un juez se encuentra así, amigablemente, como yo hoy, con tres de sus antiguos condenados?” Emilio Calatayud lo dice con auténtico orgullo. Junto a él, Jesús Antonio, Enrique y Federico sonríen a quien todos en Granada conocen también como el «padrazo», el juez de Menores más conocido de España, aquél de las condenas ejemplares que en cada menor jamás ve a un mero “delincuente”, sino a “un joven que cometió un delito” y, aun más, a una víctima de un sistema social que demuestra fracasar cada mañana en la que él vuelve a condenar a un joven. Ante esa instancia, su desafío es claro: rehabilitar sin encerrar a quienes han delinquido, trabajar con ellos en el mismo entorno en el que cometieron sus faltas. Lleva 17 años intentándolo, e incluso lográndolo: el 82 por ciento de los menores que cumplen condenas en el régimen de medio abierto --libertad vigilada y prestación de servicios al beneficio de la comunidad-- no reincide en el delito. Hoy ya evitamos incluso que un 70% de los menores vaya en un futuro a prisión --explica--, un gran logro de los profesionales que trabajan conmigo y de los que yo soy sólo la cabeza más visible."
Se puede ver un video de él enumerando su "decálogo" http://www.youtube.com/watch?v=gOhzaM48mwA
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miércoles, 16 de diciembre de 2009

De agente abortista en la ONU a activista pro vida en Ecuador

Amparo Medina es una mujer ecuatoriana que sorprendió a la prensa paraguaya al revelar la sorprendente historia de su vida. Era funcionaria del Fondo de Población de la ONU (UNFPA) y desde su cargo promovía el aborto como "derecho" de la mujer. Ahora dedica su vida a defender la vida y a proclamar que con el aborto la mujer siempre pierde.
En una entrevista concedida al diario paraguayo Última Hora, relató cómo llegó a ser la presidenta de la Red Pro-Vida de Ecuador y trabajar contra el aborto y las leyes de salud sexual y reproductiva que promueven los gobiernos en los países de América Latina para introducir esta práctica.
Contó que su cambio radical pasó por etapas. Desde su trabajo en la UNFPA constató que los métodos difundidos por la ONU para combatir problemas como el SIDA no daban resultado. "De las 49 millones de personas oficialmente enfermas de SIDA, más de la mitad afirmaba haber usado correctamente preservativo. Cuando vi esa realidad y seguía entregando preservativo a los jóvenes que se seguían enfermando me pregunté: ¿Cuántas víctimas voy a tener bajo mi conciencia? Soy atea pero tengo conciencia humana", sostiene.
Luego, enfrentó "directamente al aborto a través de una amiga mía muy querida que experimenta esa realidad y se derrumba totalmente, terminando con un síndrome post-aborto muy fuerte. El tercer momento, me veo enfrentada directamente a una experiencia de Dios, a pesar de ser atea".
Medina aseguró que "en la militancia del aborto sólo vi muerte, jamás vi una mujer feliz entrar o salir de una clínica de esas. Yo pedía a las mujeres que aborten porque les decía que era su derecho. Para abortar existen miles de pretextos, la pobreza, tu felicidad, que ya tienes muchos hijos, que eres joven".
"Ninguna mujer que abortó sale con un título o con un cheque para solucionar sus problemas. Ninguna, después de abortar, puede encontrar un hombre o la felicidad en la puerta del abortuario. Lo único que puede causar el aborto es empeorar tu situación. Lo más cruel que uno puede decir es que matando a su hijo la mujer puede solucionar sus problemas. Eso es mentira", sostuvo. También afirmó que "hay mujeres, de 40 o 50 años que han abortado y hoy gritan al cielo por un hijo. Tienen llenas sus paredes de títulos pero no pueden tener niños".
Luego relató su lucha contra el aborto. "Tenemos un batallón de voluntarios en toda América Latina, en las puertas de un abortuario informando y prestando ayuda a las mujeres. El resultado es que más de 200 mil niños, en estos ocho años de trabajo, han sido salvados del aborto. Solamente en Ecuador, en estos últimos años hemos salvado a dos mil niños, solamente estando en las puertas y dándoles una mano".
Según la activista, las organizaciones que buscan imponer el aborto en América Latina primero impulsan "el control de natalidad, lo que les permite el manejo de recursos en América Latina, tanto del agua como del oxígeno. Lo segundo, es que una población con chicos que viven la sexualidad como si fueran animalitos, que no tienen control sobre su carácter, es una población fácil de manipular. El tercer punto, el más importante, es el avance del 'million sex' (los millones del sexo). Es una empresa gigantesca".
"Al vender sexo te venden pornografía, prostitución, anticoncepción, aborto, y hasta bebés abortados, inclusive por Internet, para sacarles el colágeno con el que elaboran cremas y champú; también para hacer investigaciones farmacéuticas. Varios médicos se vuelven millonarios vendiendo y haciendo abortos", denunció Medina.
"El aborto más barato cuesta 60 dólares. En Estados Unidos se realizan más de un millón de abortos al año y cuestan 300 dólares cada uno. La pastilla de emergencia la compras a 25 centavos de dólar y la vendes a ocho dólares. Los dispositivos intrauterinos (DIU) los puedes encontrar a dos o tres dólares y te los ponen por 25 a 30 dólares. La International Planned Parenthood Federation (IPPF), la que más vende anticoncepción y aborto en América Latina, en el 2007 ganó 77 millones de dólares", explicó.
Para Medina, los gobiernos "deben generar propuestas que mejoren la calidad educativa de nuestros países. El nivel educativo está en un promedio de 3 o 4 sobre diez. Las matemáticas y la lectoescritura no están bien impartidas. Entonces, si nuestros niños no aprenden a leer ni a escribir correctamente sería una ignorancia pedir que los mismos maestros, que ni siquiera están bien instruidos, enseñen a los chicos a usar anticonceptivos, que lo único que van a hacer es matarlos".
Además, urgen políticas de salud, "donde se creen más maternidades y espacios donde los chicos sepan lo que son las enfermedades de transmisión sexual. Que se diga la verdad, que se les diga que existen 55 tipos de enfermedades de transmisión sexual en el ambiente. Que las enfermedades de transmisión sexual no tienen que ver con el uso de preservativo solamente, porque hay enfermedades que se transmiten piel a piel, como el virus del papiloma humano que causa cáncer de útero".
"Que la clamidia es una enfermedad incurable que te deja estéril para toda tu vida. Eso es lo que le tienen que decir y no: 'Ten sexo libremente'. Finalmente, lo más importante dentro de las políticas es apoyar a las familias, es decir, que las familias grandes puedan tener, por ejemplo, rescisión de impuestos, sistemas accesibles de compras de casas, o sea, apoyarlas", concluyó.
En el link http://www.youtube.com/watch?v=FAt-GAKV9rI se puede ver y escuchar a la Dra. Amparo Medina explicando cuál es el verdadero fin que persiguen las Organizaciones que dicen promover la salud reproductiva.
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martes, 15 de diciembre de 2009

En Francia, los monjes del siglo XXI viven como las primeras comunidades cristianas

Las Fraternidades Monásticas de Jerusalén. Son monjes del siglo XXI: armonizan la vida monástica de oración y ascética con trabajos en oficinas o empresas, en ocasiones en las grandes ciudades. Estamos hablando de los monjes y monjas de las Fraternidades Monásticas de Jerusalén que cumplen sus 25 años de vida.
El padre Padre Pierre-Marie Delfieux, quien fundó esta nueva familia religiosa con la aprobación del anterior arzobispo de París, el cardenal François Marty, explica. «Somos ciudadanos, hombres y mujeres, que viven en el corazón de la ciudad; cada uno de nosotros tiene un trabajo dependiente con tiempo reducido, alquilamos nuestras casas. No tenemos propiedades privadas, queremos ser pobres, como San Francisco».
Tras dos años de vida eremítica en el Sahara, en Assekrem, el padre Delfieux, antiguo capellán de la Sorbona, decidió seguir su misión en el corazón de las ciudades. Inspirándose en la oración de Jesús --"Padre, no pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal"-- los monjes y las monjas de Jerusalén, como él dice, «se esfuerzan en llevar la oración a la ciudad y la ciudad a la oración, crear un oasis en el "desierto" de la soledad, de la inquietud, de la búsqueda o de la indiferencia, dando vida a un espacio de silencio y de oración, que sea al mismo tiempo un lugar de acogida y de encuentro».
Hoy, estos «vigías sobre los muros de la ciudad» son 150, entre hermanos y hermanas. Están muy presentes en París, donde son unos sesenta, en Estrasburgo, en Vézelay, en Florencia, en Magdala y en Lourdes-Ossun. En los próximos días, algunas monjas se instalarán en Roma, en la Iglesia de San Calixto, y en Jerusalén, en la Casa de Abraham, ante los muros de la ciudad vieja. Se establecerán pronto en Bruselas, en la Iglesia de Sant-Gilles, y en el Monte Saint-Michel, custodiando una de las abadías benedictinas más sorprendentes de la historia.
Para recordar la primera liturgia cantada, que tuvo el 1 de noviembre de 1975 bajo la cúpula de la iglesia de Saint-Gervais de París, en 2009, para la fiesta de todos los Santos, el cardenal Jean-Marie Lustiger, arzobispo de París, se unió a los hermanos y hermanas de la Fraternidad de Jerusalén a las once de la mañana. Los 150 miembros asistieron a la consagración del nuevo altar de la iglesia y «dieron gracias al Señor por todo lo que les ha permitido vivir» en estos 25 años. Esa misma tarde, el cardenal Paul Poupard, presidente de Pontificio Consejo para la Cultura, les dio una conferencia sobre el tema «Evangelizar a través de la belleza».
Desde 1996, previa aprobación de las congregaciones romanas, las Fraternidades monásticas de Jerusalén se han transformado en institutos religiosos, que se organizan, se administran y se financian con autonomía.
Mantienen también un lazo directo con la iglesia diocesana, en la línea indicada por el Concilio Vaticano II. Aún viviendo en medio del ruido y la confusión de la ciudad, los monjes y monjas, cuya edad media está en torno a los 35 años, se reservan tiempos y lugares de silencio y de oración, en un espíritu de comunión.
Tres veces al día, se reúnen en la iglesia que les ha sido confiada para cantar, en polifonía. Por la mañana celebran laudes con las que se preparan para ir al trabajo. A mitad de la jornada (durante la pausa del trabajo) se reúnen para participar en el oficio de lecturas. Ya e la tarde, las vísperas y la eucaristía congregan a estos monjes del siglo XXI al final de su jornada laboral.
¿Una vida difícil y complicada? «No tanto como se podría creer», asegura el padre Delfieux. En torno a estos médicos, ingenieros, farmacéuticos, enfermeras y secretarias (la mayor parte de los miembros de la comunidad han acabado estudios universitarios), que tratan de conjugar los valores de la vida activa con los de la vida monástica, se han constituido una veintena de Fraternidades laicas, las Familias de Jerusalén, que cuentan con 800 miembros. Más información en http://jerusalem.cef.fr/.
Fuente: Zenit.org
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lunes, 14 de diciembre de 2009

La nada de San Juan de la Cruz (14 de diciembre)

“Nada, nada, nada… y aún en el monte nada”. Así leemos en el gráfico de la Subida del Monte Carmelo que Juan de la Cruz- GRAN PEDAGOGO- usaba como medio visual para explicar su doctrina sobre el camino que lleva a la igualdad de amor con Dios, a la unión con el Infinito, con el Amado.
A Juan se le conoce por tantas cosas. Y uno de sus sellos distintivos es, precisamente, el de la NADA y la NEGACIÓN. Tanto es así que su doctrina ha sido tantas veces malinterpretada. Hay quien le tiene miedo porque hablar de la NADA parece ser sinónimo de ascesis, mortificación, renuncia al placer, al gozo de la vida…
Pero el sinónimo más cercano a la NADA sanjuanista nada tiene que ver con ninguno de esos términos. La palabra que mejor expresa su NADA es el TODO. La nada es condición, es camino, es decisión por la plenitud, es opción por la libertad más absoluta, por el placer más auténtico, por la felicidad que no acaba nunca.
Pero caminar, gozar, ser libre, ser feliz, todas estas metas presentes en el corazón de todo ser humano, requiere de un serio aprendizaje y entrenamiento, de una preparación, de una disposición más interior que exterior. Conformarse con placeres pasajeros, querer atrapar la felicidad como si de un objeto se tratase, no son más que impedimentos para alcanzar el TODO, el Absoluto, la Plenitud.
Juan de la Cruz, maestro de las Nadas, porque conocedor profundo de la psicología del alma, sabe que lo infinito no puede poseerse, no puede encerrarse en un frasquito… Quien quiere atraparlo cae en el reduccionismo y se frena en el camino hacia el infinito. NADA es NADA. NADA es absoluto, nada es TODO. Paradoja o contradicción. Pero sabiduría sencilla y simple, verdad evidente a los sentidos naturales. Quien se llena la boca de sabores no tiene el gusto preparado para gustar; quien se llena el oído de ruidos, no capta la melodía más bella del silencio; quien se abruma de olores y perfumes, no distingue ni percibe el aroma suave de la brisa; quien busca solo satisfacer el tacto, no tiene las manos libres para dejarse acariciar por el aterciopelado plumaje de una Presencia que se escribe con mayúsculas.
Por eso la NADA es el Todo. Es preparación y disposición. Es una opción fundamental en la vida. Si quieres dar la mano al AMIGO y abrazarle, tienes que soltar todo lo que en ellas llevas; si quieres gozar el Infinito, has de dejar de entretenerte en los finitos… Nadie puede servir a dos señores… porque donde está tu tesoro, allí también está tu corazón.
La NADA es radicalidad, no admite caminos intermedios. No importa como sea la cadena que te tiene atado y te impide volar. Mientras no la rompas no podrás emprender el vuelo. Es igual si se trata de una gruesa cadena, o de un hilo fino, o dorado. Para volar hay que romperlo: eso es la NADA.
La Nada de Juan es camino que pasa por muchas etapas, por muchas noches. La nada es subir, la nada es entrar en la oscuridad, la nada es abrirse al conocimiento de sí, la nada es el modo natural de ser, la nada es la pobreza de espíritu, la nada es vestirse de esperanza, la nada es aprender y saber amar, la nada es el modo para no impedir al todo, la nada es el olvido. Y la Nada, aún siendo nada, lo es Todo.
 Por Francisco Javier Sancho Fermín, ocd
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viernes, 11 de diciembre de 2009

Fidesco, una sorprendente organización católica de voluntariado internacional

Fundada en 1981, bajo la tutela de la Comunidad del Emmanuel (http://accueil.emmanuel.info/), Fidesco nació como una ONG de solidaridad internacional. Su misión: enviar voluntarios a los países del hemisferio sur para poner sus competencias profesionales al servicio de proyectos de desarrollo, de ayuda a las poblaciones locales o de acciones humanitarias.
Los voluntarios de Fidesco son de todo tipo: solteros, parejas, familias, jóvenes, adultos, jubilados, todos tienen como consigna trabajar desde su fe católica por los necesitados. He ahí la razón del nombre: Fides (Fe) y Co (Cooperación).
"Esto corresponde bien a la idea que yo me hacía de un voluntariado", afirma sonriendo al diario francés ‘La Croix' Virginie Persohn, voluntaria Fidesco desde hace un año en Madagascar, quien partió para tierras africanas tras terminar sus cursos en la Escuela de Agricultura de Purpan, en Toulouse, Francia. Virginie se ocupa de la fábrica de quesos y del vivero de árboles frutales en el Centro de Formación Rural de Andriamboasary, a 10 km de Fianarantsoa, ciudad ubicada en la zona central de la isla africana.
Junto con Virginie, en el Centro de Formación Rural se encuentran Luis María de Bourayne y Agnès Mignot. Louis-Marie, que acaba de terminar cursos en el Agro de París, también está allí desde hace un año. Él se encarga de la gestión de la granja-escuela, que cuenta con 26 vacas lecheras, 900 gallinas y 25 hectáreas de cultivos. Agnès, quien es la única que pertenece a la Comunidad del Emmanuel, es la directora del centro, y la encargada de acoger a los 35 estudiantes locales que cada tres semanas llegan para aprender los diversos oficios.
Todas las actividades se desarrollan en coordinación con la diócesis de Fianarantsoa. El centro cuenta con una capilla para la atención de las necesidades espirituales.
"¡Partan, Den! ¡Compartan uno o dos años de su vida!", reza la publicidad de Fidesco, ONG que cuenta en la actualidad con 170 voluntarios.
Fundada tras un encuentro en el Vaticano de miembros de la Comunidad del Emmanuel con obispos africanos, Fidesco consigue voluntarios que se ponen al servicio de socios de la Iglesia Católica local, en respuesta a una necesidad y un pedido. Esos socios trabajan ya por el bien de poblaciones desfavorecidas en dominios muy diversos: educación, gestión, construcción, salud y en variados establecimientos, como dispensarios, centros de refugiados, centros de niños de la calle, granjas-escuela, etc.
Con un trabajo muy orientado hacia el África, Fidesco se aprovecha de la experiencia de la Iglesia de ese continente, la cual cuenta con una experiencia única al servicio de los pobres, la defensa y promoción de sus derechos y la buena gestión de los medios que le son consagrados. Asimismo, Fidesco se rodea de una red de expertos (médicos, agrónomos, economistas, antiguos cooperantes, socios locales) para estudiar los proyectos en los que se compromete y asegurar el seguimiento técnico en el terreno.
Para obtener más información se puede visitar http://www.fidesco.fr/fidesco.php,
La Comunidad del Emmanuel son los que editan "Il est vivant!" (Él está vivo!),
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miércoles, 9 de diciembre de 2009

Mensaje de Benedicto XVI para el Adviento

El Papa se asomó al mediodía a la ventana de su estudio que da a la Plaza de San Pedro para rezar el Angelus con miles de personas allí congregadas.
El Santo Padre explicó que en este segundo domingo de Adviento, San Lucas en su Evangelio "concentra la atención sobre Juan el Bautista, precursor del Mesías, y traza con gran precisión las coordinadas espacio-temporales de su predicación".
"El evangelista -continuó- quiere mostrar a quien lee o escucha que el Evangelio no es una leyenda, sino la narración de una historia verdadera, que Jesús de Nazaret es un personaje histórico integrado en aquel contexto preciso. El segundo elemento digno de ser subrayado es que, después de esta amplia introducción histórica, el sujeto pasa a ser "la Palabra de Dios", presentada como una fuerza que baja de lo alto y desciende sobre Juan el Bautista".
Benedicto XVI puso de relieve que "la Palabra de Dios es el sujeto que mueve la historia, inspira a los profetas, prepara el camino del Mesías, convoca a la Iglesia. El mismo Jesús es la Palabra divina que se hizo carne en el seno virginal de María: en Él, Dios se reveló plenamente, nos ha dicho y dado todo, abriéndonos los tesoros de su verdad y misericordia".
"La flor más bella que germinó de la Palabra de Dios es la Virgen María. Ella es la primicia de la Iglesia, jardín de Dios en la tierra. Pero, mientras María es Inmaculada -así la celebraremos el día 8-, la Iglesia tiene necesidad continua de purificación, porque el pecado acecha a todos sus miembros. En la Iglesia tiene lugar siempre una lucha entre el desierto y el jardín, entre el pecado que reseca la tierra y la gracia que la riega para que produzca frutos abundantes de santidad. Pidamos, por tanto, a la Madre del Señor que nos ayude, en este tiempo de Adviento, a "allanar" nuestros caminos, dejándonos guiar por la Palabra de Dios".
Benedicto XVI 6/12/09
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viernes, 4 de diciembre de 2009

Sobre la Iglesia Católica y la Anglicana

Desde el siglo XVI, cuando el rey Enrique VIII declaró la independencia de la Iglesia de Inglaterra de la autoridad del Papa, dicha Iglesia creó sus propias confesiones doctrinales, usos litúrgicos y prácticas pastorales, incorporando con frecuencia ideas de la Reforma europea. La expansión colonial del Reino Unido, unida al apostolado misionero anglicano, llevó al nacimiento de una Comunión Anglicana a nivel mundial.
En el curso de los más de 450 años de su historia, nunca se descartó la cuestión de la reunión entre anglicanos y católicos. En la mitad del siglo XIX, el Movimiento de Oxford (en Inglaterra) mostró un nuevo interés por los aspectos católicos del anglicanismo. Al inicio del siglo XX, el cardenal Mercier, de Bélgica, emprendió coloquios públicos con anglicanos con el objetivo de explorar la posibilidad de una unión con la Iglesia Católica bajo la bandera de un anglicanismo "reunido pero no absorbido".
El Concilio Vaticano II alimentó aún más la esperanza de una unión, en particular con el Decreto sobre el ecumenismo (Unitatis Redintegratio, n. 13), que al hacer referencia a las comunidades separadas de la Iglesia Católica en el tiempo de la Reforma, confirmaba: "Entre éstas [comuniones] en las que siguen subsistiendo en parte las tradiciones y las estructuras católicas, ocupa un lugar especial la Comunión Anglicana".
Desde el Concilio, las relaciones entre anglicanos y católicos romanos han mejorado el clima de comprensión y mutua cooperación. La Comisión Internacional Anglicano Católica (ARCIC) ha redactado una serie de declaraciones doctrinales a lo largo de los años, con la esperanza de crear el fundamento para una unión plena y visible. Para muchos de los que pertenecen a las dos Comuniones, las declaraciones de la ARCIC han puesto a disposición un instrumento en el que pueda ser reconocida la común expresión de la fe . En este contexto debe enmarcarse la nueva disposición del Papa.
En los años sucesivos al Concilio, algunos anglicanos han abandonado la tradición de conferir las órdenes sagradas sólo a los hombres, llamando al presbiterado y al episcopado también a mujeres. Más recientemente, algunos segmentos de la Comunión Anglicana se han alejado de la enseñanza común bíblica sobre la sexualidad humana, expresada claramente en el documento de la ARCIC "Vida en Cristo",
confiriendo las órdenes sagradas a clérigos abiertamente homosexuales y bendiciendo las uniones entre personas del mismo sexo. Mientras la Comunión Anglicana tiene que afrontar estos desafíos nuevos y
difíciles, la Iglesia Católica sigue plenamente comprometida en su diálogo ecuménico con la Comunión Anglicana, en particular a través de la actividad del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de
los Cristianos.
Mientras tanto, muchos anglicanos han entrado individualmente en la comunión plena con la Iglesia Católica. En ocasiones, han entrado también grupos de anglicanos, conservando una cierta estructura "corporativa". Esto ha sucedido, por ejemplo, en el caso de la diócesis anglicana de Amritsar en la India y de algunas parroquias en los Estados Unidos que, si bien mantienen una identidad anglicana, han entrado en la Iglesia Católica en el marco de una "medida pastoral" adoptada por la Congregación para la Doctrina de la Fe y aprobada por Juan Pablo II en 1982. En estos casos, la Iglesia Católica ha dispensado con frecuencia del requisito del celibato, admitiendo que los clérigos anglicanos casados que desean continuar el servicio
ministerial como sacerdotes católicos sean ordenados en la Iglesia Católica.
En este contexto, los ordinariatos personales instituidos según la reciente constitución apostólica pueden ser vistos como un paso más hacia la realización de la aspiración por la unión plena y visible en la única Iglesia, que es uno de los objetivos principales del movimiento ecuménico.
Fuente Agencia Zenit
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miércoles, 2 de diciembre de 2009

Oración de petición, de pretensión e indeterminada

Nuestro Señor nos dijo muy clara y rotundamente: “Pidan, y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque quien pide recibe, quien busca encuentra, y a quien llama se le abre”. (Mt 7,7-8).
Y no solo se encuentra esta promesa divina en el Nuevo Testamento, sino también en el Antiguo. Así en las profecías de Jeremías se puede leer. “Clama a mí y te oiré”. (Jer 33,3). En el Libro de los Salmos puede leerse: “Invócame y te libraré”. (Sal 49,15). En el libro de los Proverbios también está escrito: “Yahvéh se aleja de los malos, y escucha la plegaria de los justos”. (Prov 15,29).
En relación al Nuevo Testamento, las cartas apostólicas de San Pablo están llenas de alusiones a esta promesa del Señor (1Tm 2,1; Flp 4,6; Rm 8, 26), y San Juan también manifiesta: “Esto os escribo a los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que conozcáis que tenéis la vida eterna. Y la confianza que tenemos en El es que, si le pedimos alguna cosa conforme con su voluntad, El nos oye. Y si sabemos que nos oye en cuanto le pedimos, sabemos que obtenemos las peticiones que le hemos hecho”. (1Jn 5,13-15).
Pero todas estas promesas del Señor, vemos que nuestro juicio no funcionan. Pedimos y no recibimos, y no es que pidamos gollerías, sino que muchas de nuestras peticiones a nuestro juicio, son completamente razonables. ¿Por qué muchas veces, no se nos da lo que pedimos, ni encontramos lo que buscamos, ni se nos abren las puertas que necesitamos? ¿Qué es lo que pasa? Veamos.
El Catecismo de la iglesia católica en su parágrafo 2629, nos dice que “El vocabulario neotestamentario sobre la oración de súplica está lleno de matices: pedir, reclamar, llamar con insistencia, invocar, clamar, gritar, e incluso "luchar en la oración". Pero su forma más habitual, por ser la más espontánea, es la petición: Mediante la oración de petición mostramos la conciencia de nuestra, relación con Dios: por ser criaturas, no somos ni nuestro propio origen, ni dueños de nuestras adversidades, ni nuestro fin último; pero también, por ser pecadores, sabemos, como cristianos, que nos apartamos de nuestro Padre. La petición ya es un retorno hacia El”.
Son varias las razones por las que nos vemos defraudados en nuestras peticiones. De entrada conviene tener presente que el 90% de nuestra peticiones, por no decir el 95% de ellas se refieren a la demanda de necesidades de salud, bienes temporales y otras demandas no espirituales. Podemos estar seguros que si nuestra petición es de bienes espirituales, nunca vamos a quedar defraudados, amén de que la concesión será siempre velozmente atendida y en cuantía superior a nuestra demanda, cosa esta muy típica de la conducta divina.
¿Qué es, lo que esto quiere decir? Pues muy sencillo que el gran porcentaje de peticiones de bienes materiales que se le hacen al Señor, Él estima que concederlas no va a redundar en lo que más le interesa a Él, en nuestra eterna felicidad para el día de mañana, ya que la concesión de estos bienes, nos pueden apartar de Él. En general el Señor frente a una petición nuestra, reacciona de tres formas distintas: la primera, “no porque no te conviene”; la segunda, “espera un poco, todavía no”; la tercera, “no porque tengo pensado algo mucho mejor para ti”.
Con lo dicho, no quiero asegurar ni decir, que la oración de petición de bienes materiales, sea reprobable, ni mucho menos siempre le es agradable al Señor, pues pone de manifiesto nuestra dependencia y nuestro amor a Él, lo que ocurre es que es más perfecta aquella oración, en la que le pedimos solo bienes espirituales. De los bienes materiales que necesitamos, ya nos dijo Él, que se ocuparía. Los bienes materiales que obtengamos, siempre estarán limitados en el tiempo, con nuestra partida aquí los dejaremos. Los espirituales que obtengamos, nos los llevaremos consigo y serán eternos, ellos serán un índice indicativo del tamaño de nuestra futura gloria en el cielo.
Pero en relación con la posibilidad de obtener lo que se pida, existe una circunstancia que bloquea siempre la concesión de lo que se pide. Nos referimos a la que podríamos denominar, “Oración de pretensión”. Esta oración, es aquella en la que pedimos, fijando condiciones, o solicitando unas aspiraciones desmedidas. Pedir no es pretender, el que pretende siempre apoya su petición en unos determinados derechos reales o imaginarios, pero frente al Señor nosotros no somos nada, carecemos de todo derecho. Nunca podemos poner condiciones y si lo hacemos, no somos conscientes de cuál es nuestra situación.
El hecho de pedir requiere grandes dosis de humildad, y muchas veces pedimos creyéndonos merecedores de lo que pedimos, es decir no ejercitamos la oración de petición, sino una oración de pretensión. Tal como dice San Agustín, para pedir, hemos de hacernos lo que somos: “mendigos de Dios”. Nunca debemos de olvidar que Dios es el todo y nosotros la nada. Solo la humildad en la oración, será esta siempre la que nos dé la llave de lo que deseamos obtener. Y es la humildad en la oración de petición, la que nos falta. En la mayoría de las veces nuestra oración de petición, pasa entonces a ser una oración de pretensión.
La humildad perfecta en la oración nos la da la llamada “oración indeterminada”. Que podemos situarla en contraposición con la oración de pretensión. La oración de petición indeterminada, es aquella, en la que con carácter general, y reconociéndonos nuestra incapacidad para saber pedir, le pedimos al Señor, aquello que más nos conviene, nos dirigimos a Él, en súplica de que remedie nuestra incapacidad y nos concedas lo que a su juicio más necesitamos. Tal es el criterio de San Agustín que decía: “Te aconsejo y exhorto en nombre del Señor que tratándose de los bienes temporales, no le pidas nada en concreto, sino lo que El sabe que te conviene”. En el Kempis se puede leer: “Señor, Tú sabes perfectamente lo que es mejor para mi; hágase esto o aquello como Tú dispongas. Dame lo que cuanto quieras y cuando quieras. Trátame como sabes y como mejor te plazca, a mayor honra tuya”. Y San Pablo se manifestaba diciendo: "Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; más el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables”. (Rm 8,26).
Por último terminaremos recordando la frase de San Juan de la Cruz que decía: “De Dios no se alcanza nada si no es por amor”. El amor es el todo para todo.
Por: Juan del Carmelo (Religión en Libertad)
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martes, 1 de diciembre de 2009

La Palabra de Dios no tiene precio, pero su predicación tiene costos

Artículo de monseñor José Ignacio Munilla Aguirre, obispo de Palencia, España:
En esta ocasión me voy a centrar en el que suele resultarnos más "antipático": pedir dinero.
Soy consciente de la fama que tradicionalmente se nos ha "adjudicado": "¡Pides más que un cura!". Sin embargo, en honor a la verdad, me atrevo a denunciar la falsedad del dicho popular, por muy recurrente que sea. Las cosas no son lo que aparentan: hay algunos que "parece que piden, cuando en realidad están dando"; mientras que hay otros muchos que, "parece que dan, cuando lo cierto es que están pidiendo". No quiero poner ejemplos concretos, porque a nadie le gusta buscarse enemigos...; pero estoy seguro de que los lectores tienen la agudeza suficiente para concretar este principio en casos prácticos...
No sé si lo recordaremos... pero éste es el quinto y último de los preceptos de la Santa Madre Iglesia: "Ayudar a la Iglesia en sus necesidades". La razón es obvia: la Palabra de Dios no tiene precio, pero su predicación tiene costos... La ayuda que prestamos a la labor evangelizadora de la Iglesia, es proporcional a nuestra estima de la vida de la gracia que a través de ella recibimos.
Recientemente, un misionero en África que pasaba unos días de merecido descanso entre nosotros, me decía lo siguiente: "Cuando vengo a mi pueblo, y pido a mis conocidos ayuda económica para excavar un pozo de agua, encuentro una respuesta pronta y generosa. Sin embargo, si pido colaboración para construir una capilla o para hacer unas aulas para la catequesis, la respuesta es mucho más limitada".
¿Será acaso que todavía no hemos descubierto que la Eucaristía sacia la sed del hombre, y que la Palabra de Dios es lámpara que ilumina nuestro camino?
Nuestra aportación a la Iglesia a través de la Declaración de Rentas es un capítulo importante para el sostenimiento de la Iglesia, aunque el apartado principal es otro: los donativos directos de sus fieles. Por ello, nos estaríamos engañando si pensásemos que con rellenar la casilla de la "X" hemos "cumplido" ya con el compromiso de sostener económicamente nuestra Iglesia.
No olvidemos que esa "x" no añade nada a nuestro desembolso, sino que simplemente canaliza una parte de nuestros impuestos: la Iglesia recibirá una ayuda, pero nosotros pagaremos lo mismo. Dicho a las claras: con la contribución a la Iglesia, no nos estamos "rascando el bolsillo".
Las palabras de Jesús sobre aquella viuda a la que vio echar dos pequeñas monedas en el óbolo del templo, son muy significativas: "...los demás han echado de lo que les sobraba, mientras que ella ha echado de lo que necesitaba" (Lc 21, 4). El desprendimiento de aquella mujer conmovió a Jesucristo, porque era proporcional a su amor. El sostenimiento económico de nuestra Iglesia no sólo es posible por nuestras contribuciones, sino también por una administración muy austera; de forma que los recursos que son puestos en manos de la Iglesia "cunden mucho".
Frente a todos los sambenitos y frases hechas, me atrevo a decir que, en materia de pobreza, en la Iglesia se predica con el ejemplo. No creo que exista otra institución en la que el sueldo de sus máximos responsables sea tan parejo al de los trabajadores más humildes. Tampoco creo que exista otra entidad en la que se haga ¡tanto con tan poco dinero!
En las últimas semanas hemos vivido una noticia que, tal vez, haya podido pasar inadvertida. Me refiero a que cerca de medio millón de cristianos anglicanos han solicitado su ingreso en la Iglesia Católica. Entre ellos se incluyen unos mil clérigos y varias decenas de obispos. Pues bien, esos clérigos conversos, al hacerse católicos, verán reducido su sueldo a un tercio de la cantidad que cobraban anteriormente como clérigos anglicanos. Al abrazar la fe católica, eran conscientes de que la "riqueza en la fe" iría de la mano de la "pobreza en lo material". ¿No es éste un impresionante testimonio de fe y de pobreza evangélica? ¡El que tenga ojos para ver, que vea! ¡Arrimemos el hombro como expresión del amor a nuestra Iglesia Diocesana!
Monseñor José Ignacio Munilla Aguirre,
obispo de Palencia, España
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