lunes, 26 de julio de 2010

¿Qué espacio ocupa la oración en nuestra vida?

Homilía de Monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, el domingo 18 de julio:
"En María, la hermana de Marta, los cristianos encontramos un modelo que nos ayuda a valorizar la escucha de la Palabra del Señor y la necesidad de la oración. Este tema adquiere especial significación en nuestra época. La vida moderna nos lleva a estar inquietos y agitados por muchas cosas. Podemos hablar de una tendencia al activismo.
El activismo es un hacer cosas, pero sin ligarnos al ser. O bien, es un obrar superficial, sin profundidad y sin compromiso. En este contexto, donde tenemos más en cuenta lo urgente que lo importante, se nota en muchos una búsqueda de espiritualidad y de oración. El Papa Juan Pablo II en la carta para el milenio nos dice: “¿No es acaso 'un signo de los tiempos' el que hoy, a pesar de los vastos procesos de
secularización, se detecte una difusa exigencia de espiritualidad, que en gran parte se manifiesta precisamente en una necesidad de orar?” (NMI 33).
Los cristianos necesitamos revisar el lugar que le damos a la oración en nuestra vida. “Es preciso aprender a orar, como aprendiendo de nuevo este arte de los labios mismos del divino Maestro, como los primeros discípulos: 'Señor, enséñanos a orar' (Lc 11,1). En la plegaria se desarrolla ese diálogo con Cristo que nos convierte en sus íntimos: 'Permanezcan en mí, como yo en ustedes' (Jn 15,4)” (NMI 32).
La oración es un diálogo de amor entre Dios y el hombre. En ella realizamos una experiencia viva de la persona de Jesús: “El que me ame, será amado de mi Padre; y yo lo amaré y me manifestaré a él” (Jn 14,21). El camino de oración implica la perseverancia y que siempre nos situemos como aprendices. La perseverancia de la oración diaria, constante, y la humildad de sabernos necesitados de Dios, son claves para ser hombres y mujeres de oración.
Es bueno que no nos olvidemos de una regla invariable: tener un rato para acentuar lo importante, o sea para orar, nos permitirá resolver con mayor eficacia tantas cosas que nos inquietan y que son urgentes. Debemos señalar la revalorización de la oración eucarística en nuestras comunidades y la participación en los momentos comunitarios de oración, en las Misas y en las celebraciones. Esto es alentador, porque la acción evangelizadora y sus nuevos desafíos necesitan que las comunidades cristianas sean “escuelas de oración”. El Papa Juan Pablo II sigue diciendo: “Especialmente ante tantos modos en que el cuando de hoy pone a prueba la fe, (sin oración) no solo serían cristianos mediocres, sino 'cristianos en riesgo'. En efecto, correrían el riesgo insidioso de que su fe se debilitara progresivamente, y quizás acabarían por ceder a la seducción de los sucedáneos, acogiendo propuestas religiosas alternativas y transigiendo incluso con formas extravagantes de superstición” (NMI 34).
Es bueno también aclarar que si oramos bien, lejos de alejarnos de la realidad, nos podremos comprometer profunda y establemente con nuestro ambiente y con nuestros hermanos: “Una oración intensa, pues, que si embargo no aparta del compromiso en la historia: abriendo el corazón al amor de Dios, lo abre también al amor de los hermanos, y nos hace capaces de construir la historia según el designio de Dios” (NMI 33).
Es cierto que el pragmatismo nos lleva a medir todo por la utilidad, y nos puede hacer ver en la oración una pérdida de tiempo. En este domingo el Señor nos deja una enseñanza, que nos permite captar la necesidad de la oración y puede ayudarnos a no estar tan inquietos y agitados por tantas cosas.
Editado por Antonio
Administrador del blog
CON JESUS EN MI VIDA

jueves, 1 de julio de 2010

Oración a María

Madre, vengo del tumulto de la vida. El cansancio me invade todo el cuerpo y sobretodo el alma. Es tan difícil aceptar con paz todo lo que sucede alrededor de uno durante una jornada de trabajo y lucha... las cosas en las que habíamos depositado tanta ilusión, decepcionan. Las personas a las que queremos entregar bondad,nos rechazan. Y aquellas otras a las que acudimos en una necesidad, intentan sacar provecho.
Por eso vengo a Ti, oh Madre, por dentro de mi, camina un niño inseguro. Pero junto a Ti me siento fuerte y confiado. Solo el pensar que tengo una Madre como Tu, me da ánimo. Me siento apoyado en tu abrazo y guiado por tu mano. De esta manera puedo, con tranquilidad, retomar el camino.
Renuevame por completo para que consiga ver lo hermoso de la vida. Levantame para que pueda caminar sin miedo. Dame tu bendición, para que mi presencia sea, en medio del mundo, un signo de tu bendición.
Amen. Que así sea.
Por P. Ignacio larrañaga
Editado por Antonio
Administrador del blog
CON JESÚS EN MI VIDA