jueves, 22 de marzo de 2012

Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma

Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.
Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras” (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor “con corazón sincero y llenos de fe” (v. 22), de mantenernos firmes “en la esperanza que profesamos” (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos “la caridad y las buenas obras” (v. 24). Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.
1. “Fijémonos”: la responsabilidad para con el hermano.
El primer elemento es la invitación a “fijarse”: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a “fijarse” en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a “reparar” en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a “fijarse en Jesús” (cf. 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la “esfera privada”. También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos “guardianes” de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: “El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos” (Carta. enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).
La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es “bueno y hace el bien” (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de “anestesia espiritual” que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita “dieron un rodeo”, con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf. Lc 16,19). En ambos casos se trata de lo contrario de “fijarse”, de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de “tener misericordia” para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: “El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos” (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de “los que lloran” (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.
El “fijarse” en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: “Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina” (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein—es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de “corregir al que se equivoca”. Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: “Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado” (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Incluso “el justo cae siete veces” (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.
2. “Los unos en los otros”: el don de la reciprocidad.
Este ser “guardianes” de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que “fomente la paz y la mutua edificación” (Rm 14,19), tratando de “agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación” (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio “sino el de la mayoría, para que se salven” (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.
Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. “Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros” (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).
3. “Para estímulo de la caridad y las buenas obras”: caminar juntos en la santidad.
Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, “como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día” (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.
Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a “comerciar con los talentos” que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un “alto grado de la vida cristiana” (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31).
Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: “Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo” (Rm 12,10).
Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.
Por BENEDICTUS PP. XVI
Editado por Antonio
Administrador del blog
CON JESÚS EN MI VIDA

lunes, 19 de marzo de 2012

19 de marzo: día de San José

José de Nazaret fue, según la religión cristiana, el esposo de María, la madre de Jesús de Nazaret y, por tanto, padre terrenal de Jesús. Era de oficio carpintero, profesión que enseñó a su hijo y  de extracción humilde, aunque las genealogías de Mateo 1, 1-17 y Lucas 3, 23-38, lo presentan como descendiente del Rey David. Se ignora la fecha de su muerte. Se acepta que José de Nazaret murió cuando Jesucristo tenía ya más de 12 años pero antes del inicio de su predicación. En efecto, el Evangelio de Lucas menciona a los padres de Jesús cuando éste ya cuenta con 12 años (Lucas 2, 41-50), pero no se menciona a José de Nazaret en los Evangelios canónicos durante el ministerio público de Jesús, por lo que se presume que murió antes de que éste tuviera lugar.
El evangelio de Mateo 1,18-24 muestra parte del drama que vivió José de Nazaret al saber que María estaba embarazada. Iba a repudiarla, en secreto porque era justo, porque no quería que fuera apedreada según lo dispuesto en la Ley. (Deuteronomio 22, 21). El Ángel del Señor le manifiesta que ella concibió por obra del Espíritu Santo y que su hijo salvará a su pueblo, por lo que José acepta a María.
Luego, cuando Herodes el Grande ordena matar a los niños menores de dos años de Belén y de toda la comarca, José toma al Niño Jesús y a su madre y huye a Egipto (Mateo 2, 13-18). Al morir Herodes, José regresa con el niño y su madre, pero no se establece en Judea por miedo a Arquelao, el hijo de Herodes el Grande, y decide retirarse con su familia a Nazaret (Mateo 2, 19-23), lugar que, según recientes descubrimientos arqueológicos, era entonces una pequeña aldea con casas muy humildes adyacentes a cuevas rocosas y donde antes vivía María, según Lucas 1, 26-32.
Según la tradición José nació en Belén. Los padres de José eran Santiago y Santa Juana. Santiago (cuyo nombre original es Jacob) era natural de Belén. Sus padres eran Mathan y Estha. Su genealogía es la del Evangelio de San Mateo. Santa Juana (cuyo nombre original es Abdit), llamada por algunos Abigail, era de Belén. Sus padres eran Eleazar y Abdit.
Además, José tenía un primo hermano, de nombre Cleofás, que fue padre de Santiago el Menor, José Barsabás, Simón El Celote, Judas Tadeo, Lidia y Lisia (todo ellos fueron conocidos como hermanos de Jesús, aunque en realidad eran sus primos segundos).
José muere poco antes de que Jesús iniciara su vida pública. Muchos teólogos sostienen que José subió al cielo en cuerpo y alma; incluso algunos sostienen que José fue inmaculado desde su concepción.
Por la fidelidad a su esposa, con la que según la Iglesia católica consumó el matrimonio manteniéndose casto, debido a que María estaba profundamente entregada al amor de su padre divino (aún siendo verdadero esposo virginal), San José recibió el don divino de la paternidad, de ahí su dignidad y santidad. San José fue declarado patrono de la familia. Es por antonomasia el patrono de la buena muerte, atribuyéndosele el haber muerto en brazos de Jesús y de María.
El Papa Pío IX lo proclamó patrono de la Iglesia universal en 1870. Debido a su trabajo de carpintero es considerado patrono del trabajo, especialmente de los obreros, por dictamen de Pío XII en 1955, que quiso darle connotación cristiana a la efeméride del Día internacional de los trabajadores.
La Iglesia católica lo ha declarado también protector contra la duda y el Papa Benedicto XV lo declaró además patrono contra el comunismo y la relajación moral. En 1989 el papa Juan Pablo II le dedicó una exhortación apostólica: "Redemptoris Custos". Ha sido proclamado patrono de América, China, Canadá, Corea, México, Austria, Bélgica, Bohemia, Croacia, Perú, Vietnam.
Oración a San José prescrita por León XIII:
“A Vos recurrimos en nuestra tribulación, bienaventurado José, y después de haber implorado el auxilio de vuestra Santísima esposa, solicitamos también confiadamente vuestro patrocinio. Por el afecto que os unió a la Virgen Inmaculada, Madre de Dios; por el amor paternal que profesasteis al Niño Jesús, os suplicamos que volváis benigno los ojos a la herencia que Jesucristo conquistó con su Sangre, y que nos socorráis con vuestro poder en nuestras necesidades. Proteged, prudentísimo custodio de la Sagrada Familia, al linaje escogido de Jesucristo; preservadnos, Padre amantísimo, de todo contagio de error y corrupción; sednos propicio y asistidnos desde el Cielo, oh, poderosísimo Protector nuestro! en el combate que al presente libramos con el poder de las tinieblas, y del mismo modo que en otra ocasión librasteis del peligro de la muerte al Niño Jesús, defended ahora a la Santa Iglesia de Dios de las asechanzas del enemigo y de toda adversidad. Amparad a cada uno de nosotros, con vuestro perpetuo patrocinio, a fin de que, siguiendo vuestros ejemplos y sostenidos con vuestros auxilios, podamos vivir santamente, morir piadosamente, y obtener la felicidad eterna del cielo. Amén”.
Fuente: wikipeida.org
Editado por Antonio
Administrador del blog
CON JESÚS EN MI VIDA

miércoles, 14 de marzo de 2012

La Iglesia rechazó el fallo de la Corte Suprema que aprobó el aborto en caso de violación

La Iglesia rechazó el fallo judicial que admite el aborto en caso de violación, dictado ayer por unanimidad por la Corte Suprema, en un pronunciamiento que generó fuerte repercusión en ámbitos políticos y sociales. La sentencia, anticipada ayer por distintos medios de comunicación, exime de pena a una adolescente de 15 años que se sometió a un aborto luego de haber sido abusada por su padrastro en Chubut, y modifica así la jurisprudencia sobre este tema.
"No existe motivo que justifique la eliminación de una vida inocente, ni siquiera en el caso lamentable y triste de una violación", dijo el arzobispo de Santa Fe y presidente del Episcopado, monseñor José María Arancedo, al mostrarse sorprendido por el fallo.
Por su parte, el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, afirmó que el fallo "sólo interpreta el artículo 86, inciso 2, del Código Penal, vigente desde 1921". En virtud de la sentencia, la mujer que haya sido violada podrá solicitar el aborto, sin importar si es mayor o menor, sana o insana.
La repercusión alcanzó a dirigentes y organizaciones sociales, que celebraron el fallo del máximo tribunal y anticiparon su respaldo a los proyectos de ley en favor del aborto que se reactivarán en el Congreso. Sin embargo, el ministro de Justicia, Julio Alak, advirtió que la despenalización del aborto "no está en la agenda del Poder Ejecutivo". Y consideró que "requiere" primero de un debate social muy amplio", aunque señaló que el pronunciamiento de la Corte "es importantísimo".
Por su parte, Lorenzetti intentó despegarse de las posiciones extremas en favor de los proyectos que promueven la interrupción del embarazo, al sostener que el pronunciamiento no legaliza o despenaliza el aborto, porque "ese tema está en el Congreso de la Nación".
"El aborto es la supresión de una vida inocente y no existe ningún motivo ni razón que justifique la eliminación de una vida inocente, ni siquiera en el caso lamentable y triste de una violación", declaró el arzobispo Arancedo, en declaraciones difundidas por la agencia AICA, al cuestionar el fallo del tribunal.
"El aborto nunca es la solución", dijo, al remitir a la declaración que el Episcopado difundió en agosto del año pasado, cuando la Corte ya tenía en sus manos el caso fallado ayer.
En esa ocasión, los obispos afirmaron: "Cuando una mujer está embarazada, ya no se habla de una vida, sino de dos, la de la madre y la de su hijo o hija en gestación, y ambas deben ser preservadas y respetadas, porque el derecho a la vida es el derecho humano fundamental".
También el pastor Rafael Sanz, de la Iglesia Cristiana Evangélica, se pronunció en contra de "la apertura en favor del aborto", al sostener que "el ser es una vida humana". Dijo que su iglesia sólo considera "casos muy particulares, cuando está en riesgo la salud de la madre" y, frente a los casos de violación, advirtió: "Es muy peligroso abrir esa puerta, porque las intenciones son otras".
El rabino Abraham Skorka sostuvo que se debe estudiar cada caso en particular, con extremo cuidado y que la ley judía promueve el respeto absoluto de la vida. "Algunas posturas talmúdicas admiten el aborto, antes de los tres meses de gestación, pero lo que no se acepta es una permisividad que pueda llevar a equívocos. La sociedad debe fortalecer los cimientos de moral y santidad de las vidas", explicó.
El fallo se conoce en momentos en que la Iglesia observa con preocupación el rumbo de las reformas al Código Civil que impulsa el Gobierno para incluir en el ordenamiento jurídico las figuras de la reproducción humana asistida, el divorcio exprés y la gestación por sustitución, conocida como "alquiler de vientres".
El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, recordó que la vía judicial fue el camino seguido en Estados Unidos para la despenalización del aborto, al recordar el famoso caso Roe vs. Wade. "Es la punta de lanza para que un pronunciamiento de la Corte abra la puerta a la legalización del aborto", advirtió Aguer.
El debate en el Congreso
Tanto en el oficialismo como en la oposición hubo expresiones favorables al fallo.
El impulso de una norma en favor del aborto fue anunciado ayer por la diputada nacional María Luisa Storani (UCR-Buenos Aires), quien anticipó que la próxima semana retomará un proyecto presentado en la Cámara de Diputados. "Estaremos atentos a la aplicación de esta sentencia para que nunca más ningún juez estigmatice mujeres y niñas, y las condene a una vida de exclusión y sin derechos", dijo Storani.
"Restringir el derecho al aborto no punible sólo para casos de violación a mujeres que sufren discapacidad mental implica un avasallamiento de sus derechos humanos y un profundo desconocimiento del principio constitucional de igualdad", señaló el jefe del bloque de diputados kirchneristas, Agustín Rossi.
Para el titular de la Coalición Cívica, Adrián Pérez, la decisión judicial es "correcta, porque la situación previa tornaba inviable, en la práctica, la interrupción del embarazo, producto de la judicialización a la que se sometía el requerimiento".
"Lo dispuesto por la Corte Suprema es un penoso retroceso en la lucha por la vida. Los jueces deberían defender al niño, que no tiene voz para expresar sus deseos de vivir", declaró el diputado nacional Julián Obiglio (Pro-Capital).
Su posición despertó quejas en su agrupación. "En el bloque de Pro hay libertad de conciencia. El diputado Obiglio habla por Obiglio. Yo celebro el fallo unánime de la Corte. Es un paso adelante en una discusión que debe evitar las pasiones y las religiones", dijo la diputada Laura Alonso (Pro-Capital).
El Inadi, la Asociación por los Derechos Civiles (ADC), la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) y otras entidades civiles respaldaron el fallo.
Sin pronunciarse sobre el caso que dio lugar al fallo, el presidente de la Corporación de Abogados Católicos, Eduardo Sambrizzi, recordó: "La Constitución nacional, a partir de la incorporación de tratados internacionales, protege el derecho a la vida desde el momento de la concepción", lo que se traduce en una posición contraria al aborto".
Así las cosas, cualquier mujer puede presentarse en una hospital público aduciendo haber sido violada y, sin constatación previa del supuesto ultraje , los médicos no podrán oponerse a realizarle el aborto dado que ahora es un "derecho" de la mujer.
Estos fallos demuestran la decadencia y retroceso de las Instituciones de la Argentina y, por ende, de sus leyes.
Fuente: Notivida.org
Editado por Antonio
Administrador del blog
CON JESÚS EN MI VIDA

jueves, 8 de marzo de 2012

8 de marzo: Día internacional de la mujer

El Día Internacional de la Mujer Trabajadora o Día Internacional de la Mujer se celebra el 8 de marzo. La primera convocatoria tuvo lugar en 1911 en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza extendiéndose su conmemoración, desde entonces, a numerosos países.  
En 1977 la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclamó el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. El 8 de marzo se conmemora la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo integro como persona.
El incendio de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York el 25 de marzo de 1911 es el desastre industrial más mortífero en la historia de la ciudad de Nueva York y el cuarto en el número de muertes de un accidente industrial en la historia de los Estados Unidos. El fuego causó la muerte de 146 trabajadoras textiles que murieron por quemaduras provocadas por el fuego, la inhalación de humo, o por derrumbes. La mayoría de las víctimas eran jóvenes mujeres inmigrantes de origen judío e italiano de entre dieciséis y veintitrés años de edad.
La víctima de más edad tenía 48 años y la más joven 14 años.
Este incendio ha marcado la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, después Día Internacional de la Mujer, que se celebra el 8 de marzo.
La tragedia se debió a la imposibilidad de salir del edificio incendiado y en llamas ya que los responsables de la fábrica de camisas habían cerrado todas las puertas de las escaleras y salidas, una práctica común para evitar robos y altercados. Muchas de las trabajadoras que no pudieron escapar del edificio en llamas saltaron desde los pisos octavo, noveno y décimo a las calles.
El desastre en la fábrica textil de Triangle Shitwaist obligó a importantes cambios legislativos en las normas de seguridad y salud laborales e industriales y fue el detonante de la creación del importante Sindicato internacional de mujeres trabajadoras textiles que lucha por mejorar las condiciones laborales de las trabajadoras textiles.
El 8 de marzo de 2011 se celebró el centenario del Día Internacional de la Mujer y el 25 de marzo de 2011 se cumplía el centenario del desastre de la fábrica textil Triangle Shirwaist.
Editado por Antonio
Administrador del blog
CON JESÚS EN MI VIDA