jueves, 13 de mayo de 2010

Sobre el Padre Carlos Mugica, mártir de la Iglesia

Al padre Carlos Mugica lo conocí una nochecita de verano antes de los años 70. Él venía de misionar en mi tierra natal del norte santafesino, donde era obispo su amigo Mons. Juan José Iriarte, y quizá por eso puse una especial atención en su persona en aquella primera ocasión. Pasó para hacer noche aquí y a la vez saludar al padre Pedro Eugenio Alurralde, su amigo de infancia, que era entonces el Prior del monasterio. Para mí fue en ese momento uno de los tantos curas que solían frecuentar el monasterio, a veces sólo de paso, y otras buscando unos días de sosiego en los que realizar un retiro.
Llegaron los tiempos posteriores al Concilio, y sobre todo aquellos que siguieron al encuentro de los obispos latinoamericanos en Medellín. Y muchos curas, religiosos, monjitas y laicos comprometidos, comenzaron a hacer una clara opción por los pobres. Muchos de ellos incluso dejaban sus colegios clasistas, para ir a vivir en barriadas pobres en lo que se llamaba Comunidades Religiosas Insertas en Medios Populares (CRIMPO). Muchos de ellos habían firmaron un documento de compromiso para dedicarse a la evangelización del tercer mundo.
Los más comprometidos en esta línea formaron un movimiento que se dio en llamar Curas para el Tercer Mundo. Cuando yo conocí a Carlitos Mugica más de cerca, esos tiempos habían madurado bastante. Y sobre todo, los curas del tercer mundo de la zona de Capital, ya habían comenzado a llamarse curas villeros, por su dedicación casi exclusiva a la pastoral en los ambientes de villas miserias de la Capital y Gran Buenos Aires. El padre Rafael Tello era reconocido como su líder espiritual, y el referente indiscutido de todo el grupo. Su principal preocupación era dar una fuerte espiritualidad a la acción concreta de estos jóvenes sacerdotes. Y por ello se propuso acercarlos al monasterio de Los Toldos. Y para mi sorpresa, fue él quien me pidió que acompañara a estos curas en los retiros espirituales que los reunieron aquí en las semanas finales del verano de los años 72 al 74. Mi misión era darles un par de charlas diariamente, motivándolos para la reflexión de la Palabra de Dios. A veces compartía con ellos también la reunión de la noche.
Estos encuentros me permitieron conocer más de cerca al padre Carlitos Mugica. Sobre todo saber de su personalidad, su apasionamiento por algunas cosas, y su profunda piedad. Cada día lo veía entre los primeros que llegaban a la capilla para compartir nuestra oración de la madrugada, antes de las 5 de la mañana. Y por la noche era de los últimos en dejar la capilla, cuando había que cerrarla.
Recuerdo bien nuestro último diálogo, casi en el estribo de la camioneta que lo llevaría de regreso a la Capital, amontonado con todo el grupo de curas. Para que pudieran sentarse en la parte trasera del vehículo que traía cúpula, fuimos hasta los galpones a buscar unos fardos de pasto. Aproveché ese momento para preguntarle si tenía miedo a que lo mataran, ya que había recibido varias amenazas en ese sentido. Y me sorprendió su respuesta:
- No. ¡A lo que le tendría mucho miedo es a despertarme un día y saber que me echaron de la Iglesia!
A lo que yo le respondí:
- No tengas miedo Carlitos. ¡Dios te va a ser fiel!
Y ya en el momento de despedirnos mientras nos dábamos un abrazo me dijo, haciendo alusión al año santo que se iba a celebrar pronto: "¡Este año muchos nos encontraremos con Dios!"
Fue lo último que le escuché. Pocas semanas después, en la madrugada de un 11 de mayo, fiesta de san Mamerto, y aniversario del nacimiento de Fray Mamerto Esquiú y de la muerte de Ceferino Namuncurá, me enteré que lo habían ametrallado a la salida de una capilla del barrio de Villa Luro donde había celebrado esa tarde la Eucaristía y acababa de preparar una parejita para el sacramento del matrimonio. Murió claramente como cura.
Por P. Mamerto Menapache
(del libro "En la luz de mi tierra")
Editado por Antonio
Administrador del blog
CON JESÚS EN MI VIDA

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