lunes, 8 de febrero de 2010

Importancia del laicado en la renovación evangélica de la Iglesia

El cardenal Stanisław Ryłko presentó el martes “el nuevo 'estilo de colaboración' entre sacerdotes y laicos en los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades”, y el beneficio que de ello puede obtener la Iglesia. El presidente del Consejo Pontificio para los Laicos intervino en el V Coloquio de Roma, organizado por la Comunidad del Enmanuel y por el Instituto Universitario Pierre Goursat (IUPG), en colaboración con el Instituto Pontificio Redemptor Hominis, sobre el tema “Sacerdotes y laicos en la misión”.
El “nuevo estilo” de colaboración entre sacerdotes, explicó el purpurado polaco, presupone “que los presbíteros reconozcan la identidad propia de los fieles laicos y valoren efectivamente su misión en la Iglesia y en el mundo, evitando tanto de alimentar desconfianza hacia ellos y de asumir actitudes paternalistas y autoritarias en el gobierno de las comunidades parroquiales, como de esa falsa promoción del laicado que, sin respetar la especificidad de la vocación, corre el riesgo de convertirse en una coartada para la falta de compromiso y la renuncia a los propios deberes pastorales hacia la comunidad cristiana”.
Este “nuevo estilo”, añadió, pide a los laicos “un vivo sentido de pertenencia eclesial además de la conciencia de la propia corresponsabilidad y necesaria participación en la vida y en la misión de la Iglesia, sacudiéndose la indiferencia y evitando, con todo, tanto un excesivo replegamiento en asuntos intraeclesiales a costa de la misión, como la peligrosa trampa de cierta mentalidad hostil a la institución eclesial y contagiada por la lógica moderna de la lucha por el poder, así como un corporativismo agresivo y contestatario hacia el Magisterio eclesial”.
“Factor decisivo para el despertar misionero de todo el pueblo de Dios en un mundo donde se extienden el laicismo y el neopaganismo, y donde Dios es cada vez más el Gran Excluido, el 'nuevo estilo' de colaboración entre Pastores y laicos inaugurado por el Concilio Vaticano II, se presenta al mismo tiempo como un objetivo importante al que tender juntos, y al mismo tiempo como un verdadero desafío que recoger”, considera el cardenal. “Cada uno debe hacer su parte: sacerdotes y laicos”.
“En nuestros días, suscita gran esperanza en la Iglesia el asombroso florecimiento de movimientos eclesiales y nuevas comunidades, también fruto del Concilio", explicó, constatando que “entre los propios fundadores figuran tanto laicos (hombres y mujeres) como sacerdotes, religiosos y religiosas”.
En estos movimientos, añadió, “toma forma así un 'nosotros' comunitario” que se convierte en “un recorrido pedagógico hecho 'juntos' y en el que se ve a todos implicados e interpelados, sacerdotes incluidos”. "Por esto, los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades se han convertido en verdaderas y propias forjas del 'nuevo estilo' de colaboración entre Pastores y laicos en el servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia”.
“El sacerdote, en primer lugar, debe saber acoger e interpretar la novedad de estos 'dones carismáticos' poniéndose a la escucha de lo que el Espíritu dice a la Iglesia de hoy (cfr Ap 2, 8). A los movimientos no se les debe mirar como un 'problema pastoral', sino como una gran oportunidad, una preciosa fuente de renovación de nuestras comunidades parroquiales”.
Asociaciones y movimientos eclesiales, constató el cardenal, “pueden constituir un núcleo vital de las parroquias en las que operan”, aspecto “particularmente cierto para las parroquias urbanas que, a menudo extendidas en territorios muy vastos, afrontan el riesgo de un anonimato que puede ser eficazmente combatido con una microestructura de pequeñas comunidades cristianas que viven la fe con intensidad”.
Los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades tienen por tanto necesidad “del sabio, atento y paterno acompañamiento de los pastores. Se trata de una misión comprometida y muy delicada, a la que cada sacerdote debe prepararse de modo adecuado, prescindiendo del hecho de su pertenencia efectiva a uno o a otro”.
El cardenal está convencido de que el Año Sacerdotal que está viviendo la Iglesia constituye “una oportunidad óptima dada a los Pastores para ponerse a la escucha de lo que el Espíritu Santo dice a la Iglesia mediante estos dones carismáticos. A los cristianos cansados y desanimados, y a tantas comunidades cristianas demasiado autoreferenciales y replegadas sobre sí mismas, los movimientos lanzan el desafío de una iglesia valientemente proyectada hacia nuevas fronteras de evangelización”, concluyó.
“En este tiempo nuestro, la Iglesia tiene verdaderamente necesidad de abrirse a esta novedad generada por el Espíritu”.
Editado por Antonio
Administrador del blog
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