jueves, 7 de enero de 2010

La naturalez humana consiste en amar

La energía principal que mueve al alma humana es el amor. La naturaleza humana, en su esencia más profunda, consiste en amar. En definitiva, una sola tarea es confiada a todo ser humano: aprender a querer, a amar sinceramente, auténticamente, gratuitamente. Pero sólo en la escuela de Dios esta tarea se cumple y el hombre puede alcanzar el fin para el que ha sido creado. Escribe en efecto Guillermo de San Thierry: "El arte de las artes es el arte del amor... El amor es suscitado por el Creador de la naturaleza. El amor es una fuerza del alma, que la conduce como por un lugar natural al lugar y al fin que le es propio".
Aprender a amar requiere un largo y comprometido camino, articulado en cuatro etapas correspondientes a la edad del hombre: la infancia, la juventud, la madurez y la vejez. En este itinerario la persona debe imponerse una ascética eficaz, un fuerte control de sí mismo para eliminar todo afecto desordenado, toda concesión al egoísmo, y unificar la propia vida en Dios, fuente, meta y fuerza del amor, hasta alcanzar la cima de la vida espiritual, que Guillermo define como "sabiduría". Al final de este itinerario ascético, se experimenta una gran serenidad y dulzura. Todas las facultades del hombre - inteligencia, voluntad, afectos- reposan en Dios, conocido y amado en Cristo.
Dios es quien se traslada al corazón de quien ama y lo hace apto para recibirlo. "Se da hasta saciar y de tal modo, que desde esta saciedad, el deseo no disminuye nunca. Este torrente de amor es la plenitud del hombre". Llama la atención el hecho de que Guillermo, al hablar del amor de Dios, atribuya una notable importancia a la dimensión afectiva. En el fondo, queridos amigos, nuestro corazón está hecho de carne, y cuando amamos a Dios, que es el Amor mismo, ¿cómo no expresar en esta relación con el Señor también nuestros sentimientos más humanos, como la ternura, la sensibilidad, la delicadeza? ¡El Señor mismo, haciéndose hombre, ha querido amarnos con un corazón de carne!
El amor produce atracción y comunión, hasta el punto que se da una transformación y una asimilación entre el sujeto que ama y el objeto amado. Esta reciprocidad de afecto y de simpatía permite a la vez un conocimiento mucho más profundo que el que obra sólo la razón. ¿No es verdad que conocemos realmente sólo a quien y lo que amamos? ¡Sin una cierta simpatía no se conoce a nadie ni nada! Y esto vale sobre todo
en el conocimiento de Dios y de sus misterios, que superan la capacidad de comprensión de nuestra inteligencia: ¡a Dios se lo conoce si se lo ama!
Es necesario pasar del hombre "animal" al "racional" para llegar al "espiritual". ¿Qué intenta decir nuestro autor con estas tres expresiones? Al principio una persona acepta la visión de la vida inspirada en la fe con un acto de obediencia y de confianza. Después con un proceso de interiorización, en el que la razón y la voluntad desempeñan una gran función, la fe en Cristo es acogida con profunda convicción y se experimenta una armoniosa correspondencia entre lo que se cree y se espera y las aspiraciones más secretas del alma, nuestra razón, y nuestros afectos. Se llega así a la perfección de la vida espiritual, cuando las realidades de la fe son fuente de íntima alegría y de comunión real y gratificante con Dios. Se vive sólo en el amor y para el amor.
Queridos hermanos y hermanas, a Guillermo de San Thierry, lo podemos definir como el "Cantor del amor, de la caridad". Él nos enseña a obrar en nuestra vida la elección de fondo, que da sentido y valor a todas las demás elecciones: amar a Dios y, por amor suyo, amar a nuestro prójimo; sólo así podremos encontrar la verdadera alegría, anticipo de la bienaventuranza eterna. Introduzcámonos por tanto en la escuela de los Santos para aprender y amar de manera auténtica y total, para entrar en este itinerario de nuestro ser.
Por Benedicto XVI sobre el legado espiritual de Guillermo de San Thierry
Editado por Antonio
Administrador del blog
CON JESÚS EN MI VIDA

No hay comentarios:

Publicar un comentario